Pasos Perdidos
El Islam ante la democracia
Traductor: Santiago Martín Bermúdez
Idioma original: Francés
Páginas: 192
2014
ISBN: 978-84-941162-6-1
PVP: 16.50
Formato: 14x22

El Islam ante la democracia

Philippe d´Iribarne

¿Por qué fracasan una y otra vez los intentos de consolidar la democracia en los países musulmanes? ¿Por qué el pluralismo, el respeto a las minorías y la libertad de expresión no son respetados en el mundo islámico?

El islam ante la democracia analiza las causas de la difícil convivencia entre democracia e islam; más allá de los acontecimientos políticos en los países musulmanes que hoy constituyen uno de los más graves problemas a escala mundial, muestra que es la propia concepción islámica la que está en contradicción con los principios básicos de la democracia.

No sólo en el Corán se impone la sumisión y la unanimidad de los creyentes, y la menor duda es merecedora de terribles castigos, también en la filosofía islámica la verdad se recibe de lo alto y los debates y la libertad de pensamiento ponen en peligro la unidad del pueblo. El derecho islámico (sharía) tampoco es fruto de los hombres, sino que está inspirado por Dios, que es su único garante.

La doble oposición entre duda/certidumbre y entre debate/unidad subyace en la concepción islámica, hasta el punto de que en el funcionamiento de las empresas, formalmente laicas en los países musulmanes, es una fuente de conflictos.

En esta concepción del mundo no hay cabida para la duda ni el debate que son el fundamento de la democracia pluralista. Por el contrario, en ella el pueblo forma un todo indisolublemente unido por la religión, del que hay que expulsar a quienes siembren la duda y la división.

Este riguroso análisis del universo mental del islam aporta una nueva visión de los conflictos que desgarran hoy a los países musulmanes y permite considerar en qué condiciones el mundo islámico podría reconciliarse con la democracia.


Philippe d´Iribarne
Philippe d´Iribarne

Philippe d´Iribarne (Casablanca, 1937), sociólogo y director de investigación en el Centre National de la Recherche Scientifique, es autor de una extensa obra sobre la influencia de las culturas políticas en la vida social y en el funcionamiento de las organizaciones.

Sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas y entre ellas cabe destacar: La política de la felicidad (1973), El despilfarro y el deseo (1975), La lógica del honor (1989), Culturas y globalización (1998) o Pensar la diversidad del mundo (2008).


Notas de prensa
elimparcial.es - 29/03/2015
Philippe d’ Iribarne: El islam ante la democracia
Por Rafael Fuentes

Los conflictos seculares entre Occidente y el mundo islámico, que retornan en nuestros días a ser acuciantes -incluyendo los cada vez más frecuentes brotes violentos de musulmanes nacidos y educados en secularizadas sociedades occidentales-, impulsan nuevos estudios, basados en ópticas novedosas, sobre el fenómeno de esa confrontación. A esta nueva oleada de investigación pertenece El islam ante la democracia, del sociólogo e investigador del Centre National de la Recherche Scientifique Philippe d’Iribarne, autor a su vez de textos clave como Culturas y globalización (1998) o Pensar la diversidad del mundo (2008). Philippe d’Iribarne parte del precepto de conocer al Otro bajo aquel axioma de Todorov según el cual desconocerlo conduce al miedo y al enfrentamiento violento (por más que ese apotegma de Todorov quizá debiera ser completado teniendo en cuenta que también el desconocimiento del Otro puede generar credulidad y una falsa familiaridad que nos deje inermes frente a la agresión.)

Philippe d’Iribarne trata de superar los prejuicios del orientalismo, definido por Edward W. Said como una constelación de lugares comunes contra lo islámico de origen medieval que alcanzarían su culmen a partir del pensamiento ilustrado: Montesquieu, Tocqueville, y continuado por Max Weber o Ernest Renan hasta hoy, configurando una “islamofobia” que se asienta en una visión distorsionada. Por igual, D’Iribarne rebasa también la crítica al orientalismo de Said que atribuye la beligerancia musulmana al imperialismo europeo -que en tiempos modernos daría comienzo con la llegada de Napoleón a las pirámides-, punto de partida de un colonialismo y hostilidad occidentales, donde deberíamos hallar la explicación del retraso musulmán frente a Europa y de su lenta secularización.


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Contra ambas líneas de prejuicios encontrados se sitúa Philippe d’Iribarne. Para ello busca la motivación central de la resistencia a los valores democráticos en el propio islam. Existen avatares políticos y geoestratégicos que influyen sin duda en esa repulsa a lo democrático, pero el autor dePensar la diversidad del mundo se concentra en lo que considera su piedra angular: el universo mental generado por las verdades coránicas. Este regreso a la exploración del Corán desde la perspectiva de la tolerancia y lo democrático se había convertido poco menos que un tabú, en tanto que su análisis se vuelve revelador.

El Corán, como creador de un universo de sentido, trasmite un profundo temor a la división (la fitna). Y en consecuencia destierra el debate intelectual, el discurso plural o el desacuerdo dentro del respeto. El axioma coránico comunica una verdad que no admite réplica pues constituye la Ciencia de Dios. Quien no lo sigue está en el campo de la falsedad injuriosa: “Siguen una simple conjetura -nos dice el Corán-. La conjetura no sirve de nada contra la Verdad.” (LIII, 28). Frente a la evidencia coránica solo cabe una actitud: la sumisión –no es casual que Michel Houellebeq titule precisamente así, Soumission, su última novela sobre el islamismo en Francia-. Si alguien no se somete simplemente le espera un castigo horrendo: “Los incrédulos continuarán dudando de él hasta que llegue súbitamente la Hora, o bien el castigo de un Día devastador.” (XXII, 55). No existe piedad para los no creyentes: “Vuestro refugio es el fuego; nadie podrá socorreros.” Sentencias -entre otras muchas- espigadas en el Corán, que dan cuenta de un mundo mental cerrado incompatible con las aspiraciones democráticas.

Philippe d’Iribarne, en uno de los apartados más lúcidos de su trabajo, desautoriza la extendida creencia de que el islam correrá antes o después una suerte similar al cristianismo, en el que a una época autoritaria y despótica le ha sucedido un repliegue de lo religioso hacia la conciencia individual, haciendo posible una libertad política. En El islam ante la democracia se señala el abismo que separa a ambas religiones monoteístas. Occidente se fragua en el ágora griega, donde la luz no llega desde arriba. Allí las limitaciones de la humanidad no se perciben como una debilidad, sino como un instrumento creativo para la duda, la reflexión consciente de sus límites, y, por lo tanto, un instrumento “que le permite escapar de la desmesura”.

Del mismo modo, el cristianismo puede asumir la tradición filosófica griega -véase como paradigma a san Agustín- porque el mundo cristiano acepta tantear en la búsqueda de una verdad esquiva, con el reconocimiento de que “son legítimas distintas opiniones y de que el debate de buena fe es constructivo”. La idea de "sumisión" no posee relevancia en los Evangelios. A pesar de haber sucumbido a fases de cruel intolerancia, la suma del ágora griega y la enseñanza evangélica está en una visión diametralmente opuesta al Corán, y por ello posibilitó la eclosión de los valores de la Ilustración.

La unanimidad sin fisuras que exige la cosmovisión del Corán no lleva a augurar una evolución parecida. El islam interviene activamente en esa resistencia a lo democrático y los derechos individuales en el ámbito musulmán y, hoy por hoy, el desarrollo de la educación coránica, el aumento de la peregrinación a La Meca y la influencia de los modernos medios de comunicación -concluye D’Iribarne-, no empuja a ninguna secularización, sino muy al contrario, “a la radicalización, la hegemonía de un islam legalista mundial fundado en torno al Libro y acompañado de un estricto control comunitario para hacer respetar las prohibiciones religiosas.” El futuro está abierto y nada se puede descartar, pero es bueno adecuar nuestras expectativas a un conocimiento del Otro sin estereotipos anclados en la buena o mala fe. Ensayos como este ayudan, pues, a mantener los ojos bien abiertos y afilar el análisis.


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El Mundo - 25/03/2015
¿Democracias en el islam?
Por Alejandro Gándara

"¿Cómo puede reaccionar Occidente ante el incierto porvenir del islam? ¿Qué puede y qué debe hacer cuando está abocado,nolens volens, a participar en los cambios políticos del mundo islámico? Se empieza a decir que, desde Afganistán hasta Libia, desde Pakistán hasta Irak, los pueblos de los países musulmanes no van a realizar sus aspiraciones en el marco de instituciones democráticas, y en todo caso no en una democracia pluralista que acepte plenamente los derechos humanos. Estas sociedades anhelan un poder honesto y preocupado por el bien común, y aspiran a vivir en un Estado de derecho, lo cual no implica en absoluto que estén dispuestos a considerar sagrada la autonomía del individuo.


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Entonces, ¿a qué se puede aspirar si no se cree en la visión de la historia como una marcha inexorable, en cualquier punto del planeta, hacia la democracia liberal? ¿Y qué se puede hacer con la capacidad del islam de hacer surgir, en el propio mundo occidental, una contra-sociedad a la que da no sólo unas reglas de vida y de identidad, sino una misión en el frente de batalla planetarios?

En su búsqueda a tientas de respuestas a estas preguntas angustiosas, Occidente no sólo necesita ser más lúcido sobre el islam. El mundo musulmán rechaza sus `buenos consejos´. Le parece que Occidente carece de referente y de valores. Cada vez acepta peor la postura arrogante con que le da lecciones. El mensaje de la Ilustración, que Occidente cree que ha de trasmitir a todo el mundo, le condujo hace tiempo a buscar un compromiso razonable entre la libertad de los Antiguos y la de los Modernos, entre perseguir un ideal compartido por la comunidad de los ciudadanos y el derecho de cada uno a actuar a su manera.

La radicalización posmoderna de este derecho, y la evolución de la sociedad que implica esta radicalización, no la presentan precisamente como un modelo. Provoca con razón que el mundo del islam se pregunte sobre la forma en que Occidente concibe las relaciones entre el individuo y la comunidad. La mirada poco benevolente con que responde el mundo islámico ante lo que percibe como una forma de degeneración debería hacer que también Occidente se interrogara a sí mismo."

(Del ensayo El islam ante la democracia, de Phillipe d´Iribarne. Pasos Perdidos. Traducción de Santiago Masrtín Bermúdez).


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El País - 10/03/2015
El rechazo del pluralismo
Por Fernando Savater

Empecemos por decir que todas las religiones son compatibles con los usos democráticos: sean cuales fueren sus creencias, basta con que acaten la ley civil. Lo incompatible con la democracia es considerar la religión no como un derecho de cada cual sino como un deber de todos y en todos los campos, sea la educación, el arte, el pensamiento, la indumentaria, etc… Pero parece que hay religiones más difícilmente democratizables que otras, sea por razones históricas (los herejes y los incrédulos no han logrado relativizar su absolutismo social) o estrictamente doctrinales: su ideal de vida se opone al individualismo racionalista de la ciudadanía democrática. Este parece ser el caso del Islam y ayuda a entender por qué países muy diferentes (Marruecos, Indonesia, Arabia Saudita, Mali, etc…) que no tienen en común mas que el Islam como religión mayoritaria, guardan una relación tan problemática u hostil con el sistema democrático. Por supuesto, no estamos hablando ahora de terrorismo ni aberraciones parecidas, sino de incompatibilidades estructurales y mentales.

Para quienes somos legos en cuestión de teologías comparadas pero nos interesa el impacto social de cada una de ellas, resulta útil leer El Islam ante la democracia (ed. Pasos Perdidos) de Philippe d’Iribarne. Allí se expone el afán de certeza y unanimidad social que centra la creencia islámica, junto al rechazo como algo maléfico de la duda y el cuestionamiento polémico de los dogmas revelados y por tanto obligatoriamente compartidos. El debate vacilante y sujeto a disidencias como camino hacia la verdad no es visto como lo que dignifica la individualidad pensante de la persona sino como una amenaza disgregadora de la comunidad bien armonizada. “¿Cómo hacer compatible la fascinación por el sentimiento de certidumbre que alimenta la unanimidad de una comunidad, unida a la sombría visión de quien rompe esa unanimidad, con el lugar central que tienen la incertidumbre y el debate en un funcionamiento democrático?”.

En las sociedades mayoritariamente musulmanas existe un rechazo del pluralismo, tanto en ideas como en costumbres: es un valor menospreciado, práctica, teórica y psicológicamente. Y ese rechazo se ha agravado actualmente, cuando la influencia de radicales educados en Occidente ha denunciado como casi apostasía el eclectismo mas acomodaticio de las comunidades tradicionales. Como bien dice D’Iribarne, “si creemos que todo movimiento de modernización conlleva necesariamente aceptar el pluralismo y valorar el debate, no podemos dejar de asombrarnos por la evolución del mundo musulmán”. Por ello, las formas de democracia que son tibiamente mejor aceptadas en tales países son las populistas que militan por la liberación de las masas, es decir las que consideran que el pueblo es un todo orgánico, y no las que ponen el acento en los derechos del individuo junto a los no siempre fácilmente armonizables conflictos de intereses antagónicos.

Un serio obstáculo ideológico, desde luego, para la plena aceptación de la entraña incierta y polémica de la democracia. Pero ¿nos resulta tan ajeno hoy a quienes no somos musulmanes? ¿Acaso no vemos también en las democracias europeas inflarse con otras justificaciones el afán de uniformidad del pueblo frente a sus enemigos depredadores, el odio a las discrepancias que rompen la hermandad sagrada, el rechazo a quienes desconocen o conculcan los rasgos de identidad prefabricados para “ser de los nuestros”, los creyentes elegidos?

Viajes de Primera - 08/01/2015
¿Son compatibles el Islam y la Democracia?
Por Redacción

Los hechos a veces no bastan. Para entender lo que pasa y, sobre todo, por qué pasa y por quiénes, hay que profundizar en la mentalidad del otro, en, hasta donde sea posible, el caldo mental donde las ideas toman una forma u otra antes de traducirse en gestos. Porque una misma palabra, Democracia, por ejemplo, un mismo concepto, el de la crítica, por decir algo, varía su significado, su peso, su prioridad en función del origen, de los condicionantes, que tenga quien lo utilice. El Islam ante la Democracia, de Philippe d`Iribarne (Pasos Perdidos) es una mirilla interesante para comprender la importancia que el Islam y el Corán tienen en el desarrollo (mental, social, político) de la comunidad musulmana. 

A los europeos se nos ha olvidado que el peso de la religión es fundamental en nuestra actitud frente al mundo, en cómo pensamos y cómo vivimos. Pero el proceso antropocentrista que nuestras sociedades han ido experimentando no es del todo ajeno al discurso cristiano de sus raíces. Aunque parezca mentira. Y aunque el ensayo El Islam ante la democracia, de Philippe d `Iribarne, aborde el universo islámico, realiza también un par de guiños al de los Evangelios, estableciendo una serie de interesantes paralelismos que, en realidad, serían motivo de una obra posterior y más amplia. De una reflexión profunda y personal.

D`Iribarne se plantea una pregunta fundamental, que nos ronda, en mayor o menor medida, a todos, sobre todo después de los últimos atentados en Francia: ¿son compatibles el Islam y la Democracia? Al menos tal y como la entendemos en su principal baluarte, Europa. Su respuesta va repasando el peso que la religión sigue teniendo en las sociedades musulmanes, en los condicionantes que plantea al individuo, y las trabas que pone a lo que para quienes hemos nacido y crecido al amparo de las ideas surgidas de la Ilustración, nos resultan casi de Pero grullo cuando no es así: el espíritu de crítica, la necesidad del debate, el cuestionamiento de los mensajes que proceden de los distintos poderes… Si ninguna de estas posibilidades se puede desarrollar, si no hay una educación que las aliente y posibilite, si no todo lo contrario, está claro que el desarrollo de la Democracia –de quienes son al mismo tiempo hijos y padres- es prácticamente imposible. Seas o no religioso, practiques más o menos una fe concreta, es inevitable que el filtrado que todas generan en el sustrato social y cultural del que mental y espiritualmente nos alimentamos nos influya, seamos o no conscientes de ello.

Pero d`Iribarne reparte entre todos: todos, sociedades no musulmanas y musulmanas, son responsables de ese diálogo para sordos que parecemos incapaces de superar: Europa, por mantenerla de referente universal, por la confusión mental en la que sigue viviendo, en su propio territorio y en los de aquellos a quienes se acerca con un modelo plano de Democracia; y los países musulmanes (cada uno con sus complicados y arcanos matices, aunque aquí se uniformice desde el Magreb hasta el Lejano Oriente) como decisores de los modelos social y político con los que desean afrontar los cambios, irreversibles y universales que el siglo XXI plantea entre sus ciudadanos. Falta, dice d`Iribarne,  un verdadero Islam moderado que canalice la incertidumbre de la Democracia… Y los tiempos que corren, cabría añadir, condicionados por las nuevas tecnologías, la globalización, la inestabilidad de todo tipo y ese choque brutal entre la tradición y el cambio. Cada vez es más necesario ese Islam moderado, no de boquilla si no de verdad, fruto de una reconsideración de supuestos absolutos que, a la luz de la razón, no pueden sostenerse sin más durante mucho más tiempo. Toda las partes interesadas deben reaccionar contra, y no ante, esa interpretación instintiva, oscurantista y retrasada que prevalece a fuerza de aterrorizar a quienes representan la fractura de una unidad que tendría que evolucionar, como lo han hecho, aunque sea a medias, los conceptos religiosos de otros credos. Aunque otra de las paradojas, que apenas se plantea en su libro, centrado en analizar las sociedades musulmanas, es que muchos de quienes enarbolan esa “vuelta” a los orígenes islámicos –ignorando su relación con las religiones primitivas con las que se encontró- hayan nacido y crecido, precisamente, en Democracias occidentales, un aspecto más preocupante si cabe y que deja aún más en entredicho la posición ambigua de Europa.

El Islam ante la democracia es una respuesta detallada, que intenta ser lo más completa y rigurosa posible a esa pregunta inquietante de si esa religión es compatible con la Democracia, y que plantea muchas más para las que hay que encontrar las palabras, las políticas adecuadas, estudiando estos universos mentales con paciencia y detalle para que los puentes que se tiendan trasciendan los titulares y los intereses puntuales. Todos somos responsables. Todos nos jugamos mucho.


 
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