Pasos Perdidos
La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza.
Páginas: 200
Año 2016
ISBN: 978-84-944769-2-1
PVP: 16,90 €
Formato: Rústica

La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza.

Ricardo Moreno Castillo

Desde la reforma educativa del año 1990 los niveles de conocimiento de los alumnos caen en picado y el mal comportamiento en las aulas sube como la espuma. Entre los entusiastas de la famosa reforma hay quienes niegan sencillamente los hechos. Otros los reconocen, pero los atribuyen a causas externas: cambios sociales, presencia de inmigrantes y a lo reacios que son los profesores a las novedades.
 
En otros dos libros, Panfleto antipedagógico (2006, El lector Universal) y De la buena y la mala educación (2008, Los libros del lince), Ricardo Moreno Castillo demostró que ninguna de esas razones explican nuestro desastre educativo, y que éste es la lógica consecuencia de una errónea teoría que menoscaba la autoridad de los profesores, de un desprecio por el saber y de una jerga pseudocientífica muy utilizada por presuntos expertos en educación. 
 
En este nuevo libro Ricardo Moreno se centra en el lenguaje hueco de la pedagogía que domina en nuestro sistema educativo y ha vaciado la educación y la ha dejado en los huesos. A partir de una antología delirante de textos de «muy ilustres pedagogos» deja claro que la educación en España no está como está y se ha convertido en el primer problema de nuestro país por ninguna casualidad, sino porque es víctima de una conjura de ignorantes.
 
PRÓLOGO DE ARCADI ESPADA

Ricardo Moreno Castillo
Ricardo Moreno Castillo
(Madrid, 1950), licenciado en matemáticas y doctor en filosofía especializado en historia de la ciencia, ha sido catedrático de instituto hasta su jubilación y profesor asociado en la facultad de matemáticas de la Universidad Complutense.
 
Es autor de más de una veintena de obras sobre matemáticas y su historia, sobre filosofía (Diccionario semifilosófico y Trece cartas a Dios) y de numerosos artículos de prensa; también ha traducido varios códices matemáticos árabes. Sobre la situación de la educación en España y las causas de su deterioro ha publicado Panfleto Antipedagógico (2006, El lector Universal) y De la buena y la mala educación (2008, Los libros del lince), obras que tuvieron una gran repercusión y aportaron una visión crítica sobre los principales problemas de nuestro sistema educativo.

Notas de prensa
Cartagena actualidad - 17/04/2017
El rincón literario de Paco Marín: 'La conjura de los ignorantes'
Por Paco Marín

Como docente que soy preocupado por la deriva que lleva la enseñanza en este país llamado, por si alguien no lo sabe, España  firmo y ratifico todas y cada una de las palabras que Ricardo Moreno Castillo, negro sobre blanco, vierte en La conjura de los ignorantes. Es muy preocupante observar como alumnos, incluso profesores, ignoran muchas cuestiones y la cuestión de pensar brilla por su ausencia.

Desde la reforma educativa del año 1990 los niveles de conocimiento de los alumnos caen en picado y el mal comportamiento en las aulas sube como la espuma. Entre los entusiastas de la reforma hay quienes niegan sencillamente los hechos. Otros los reconocen, pero los atribuyen a causas externas: cambios sociales, presencia de inmigrantes y a lo reacios que son los profesores a las novedades.

En otros dos libros, Panfleto Antipedagógico (2006, El lector Universal) y De la buena y la mala educación (2008, Los libros del lince), Ricardo Moreno Castillo demostró que ninguna de esas razones explican nuestro desastre educativo, y que éste es la lógica consecuencia de una errónea teoría que menoscaba la autoridad de los profesores, de un desprecio por el saber y de una jerga pseudocientífica muy utilizada por presuntos expertos en educación.


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En este nuevo libro Ricardo Moreno se centra en el lenguaje hueco de la pedagogía que domina en nuestro sistema educativo y ha vaciado la educación y la ha dejado en los huesos. A partir de una antología delirante de textos de «muy ilustres pedagogos» deja claro que la educación en España no está como está y se ha convertido en el primer problema de nuestro país por ninguna casualidad, sino porque es víctima de una conjura de ignorantes.

A lo largo de 20 capítulos el autor desmonta todas y cada una de las “tonterías” que plantean los peda(dema)gogos. El libro se abre con una cita de Antonio Muñoz Molina que dice «El mayor éxito de los pedagogos en los últimos treinta años ha sido despojar a varias generaciones de las herramientas intelectuales para comprender racionalmente el mundo». Perfecto.

Mi más profundo agradecimiento a Ricardo por poner en nuestras manos esta auténtica joya literaria amén de herramienta para comprender lo incomprensible.

Ricardo Moreno Castillo (Madrid, 1950), Licenciado en Matemáticas y doctor en Filosofía especializado en historia de la ciencia, ha sido catedrático de instituto hasta su jubilación y profesor asociado en la facultad de matemáticas de la Universidad Complutense.

Es autor de más de una veintena de obras sobre matemáticas y su historia, sobre filosofía (Diccionario semifilosófico y Trece cartas a Dios) y de numerosos artículos de prensa; también ha traducido varios códices matemáticos árabes. Sobre la situación de la educación en España y las causas de su deterioro ha publicado Panfleto Antipedagógico (2006, El lector Universal) y De la buena y la mala educación (2008, Los libros del lince), obras que tuvieron una gran repercusión y aportaron una visión crítica sobre los principales problemas de nuestro sistema educativo.

Hace ya una década, Ricardo Moreno Castillo escribió un libro, el Panfleto Antipedagógico, en el que abogaba por aprender más cosas de memoria y criticaba «una enseñanza pretendidamente lúdica donde no se inculca el hábito de estudio». En La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza (Pasos Perdidos), este catedrático de Matemáticas de instituto, ya jubilado, sigue argumentando en defensa de una enseñanza «rigurosa», «exigente» y «disciplinada», pero incide también en que la pedagogía es «una jerga, y no una ciencia», llena de «patochadas», «estupideces» y «desvaríos».

Ricardo Moreno Castillo…o la lucidez…
P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace La conjura de los ignorantes?

R.- En el 2006 publiqué el Panfleto antipedagógico y en el 2008 De la buena y la mala educación. Ambos tuvieron muy buena acogida entre los profesores, pero ningún impacto en la mejora de la educación, que siguió deteriorándose día a día. Porque si  el PSOE fue el autor del despropósito, el PP no cambió las cosas cuando pudo hacerlo. Cuando éste ganó las elecciones en el 2011, algunos tuvimos un asomo de esperanza. Incluso quienes no lo votamos estábamos convencidos de que en educación ya no se podían hacer las cosas peor. Pero la desilusión llegó pronto, y con ella el recuerdo de una amarga lección tantas veces olvidada: que en la estupidez y en el mal hacer nunca se toca fondo. La promesa del bachillerato de tres años fue olvidada, la jerga vacía de los pedagogos fue asumida por las nuevas autoridades y continuó la desidia frente a las autonomías que no obedecen las directrices del ministerio en aquello en que sí tiene competencia. Y el antiguo CAP en el que había que escuchar un montón de estupideces durante dos meses se convirtió en un master en el que las estupideces duran más todavía. Era pues urgente denunciar esas estupideces, y así nació La conjura de los ignorantes: para poner nombre y apellidos a los estafadores cuya jerga está minando la cultura y la educación desde sus cimientos.

P.- ¿Cuánto daño han hecho los pedagogos a la enseñanza?

R.- La pregunta está en parte ya contestada: si el lenguaje puede servir para cambiar la realidad (como muy bien saben los políticos), el lenguaje vació puede vaciar la realidad. Esta ha sido la aportación de los pedagogos, vaciar la educación, y a continuación tapar ese vacío con retazos de sinsentidos: creatividad, espíritu crítico, empatía, participación…cosas todas ellas que si no están controladas por el conocimiento no significan nada.

P.- He observado que a lo largo del tiempo el nivel de los universitarios ha ido bajando ¿a qué se debe?

R.- Efectivamente, problemas que antes se ponían en tercero de BUP hoy no se puede poner en primero de física, matemáticas e ingeniería. Por esta razón ha sido necesario un “curso cero” en muchas facultades de ciencias e ingeniería. ¿A qué se debe? Pues a que el saber se desprecia (se desplaza para poner en su lugar la sarta de majaderías a las que aludí antes) y, la exigencia se critica por ser represiva y fascista. Y lo que es peor, a que al degradar intelectualmente a los alumnos, se les degrada humanamente: no solo llegan a las facultades sabiendo menos cosas, sino que llegan más inmaduros, más niñatos y más irresponsables.

P.- Me pone muy nervioso la coletilla de “aprender a aprender”. ¿Qué piensa usted de ella?

R.- Efectivamente, esto es algo que se repite como un mantra, a mí también me pone de los nervios. Es una solemne majadería, por muy prestigiada que esté en ambientes pedagógicos. A aprender se aprende aprendiendo, igual que a nadar se aprende tirándose a la piscina. No hay algo así como un “aprender a aprender a nadar” que luego te permita aprender a nadar. Además, si para aprender es necesario “aprender a aprender”, primero habrá que “aprender a aprender a aprender”, lo que nos lleva a un retroceso al infinito de consecuencias metafísicas impredecibles.

P.- ¿Cómo mejoraría la educación en España?

R.- En primer lugar, aceptando algo obvio que con frecuencia es ocultado: que el objetivo de la educación es la transmisión del saber, y que el estudiante que acaba su educación ha de ser una persona más culta e ilustrada de lo que lo era cuando la comenzó. Y esto se oculta bajo una hojarasca de palabras vacías como habilidades, destrezas y aprender a aprender. Y son vacías porque plantean alternativas falsas: la destreza de hacer problemas de matemáticas o de traducir textos latinos se apoya en el conocimiento, no puede escribir bien quien no ha estudiado los contenidos una ciencia llamada gramática, y solo aprendiendo se aprende a aprender.
En segundo lugar, una vez aceptado esto, asumiendo también que el acceso al saber y a la cultura no es posible sin trabajo, tesón y constancia, y que los centros de enseñanza no pueden funcionar como tales si no hay disciplina. Y para quienes no estén dispuestos a someterse a la disciplina que requiere un bachillerato serio y exigente, ha de haber una formación profesional digna.

P.- ¿Quién ha desposeído de la autoridad a los profesores?

R.- Han sido algunos estúpidos que piensan (es un decir) que la educación ha de ser libre. Decía Chesterton con su habitual buen sentido que “No puede haber una educación libre, porque si dejáis a un niño libre, no le educaréis”. Y esto es así porque, en principio, ningún niño quiere ser educado. De lo contrario, no tendría sentido una ley de educación obligatoria, igual que no tendría sentido una ley que obligara a beber cuando se tiene sed. El gobierno, según quienes abominan de la educación autoritaria, tendría que limitarse a construir centros de enseñanza igual que construye fuentes, y luego dejar que los niños se acerquen a ellos guiados por el mismo instinto que lleva a los sedientos a acercarse a las fuentes.

P.- ¿Por qué está tan mal visto el esfuerzo y la excelencia?

R.- En parte por lo que dije antes: el esfuerzo exige disciplina y autoridad. Quienes critican la excelencia y la competitividad son aquellos envidiosos cuyas limitaciones se hacen evidentes precisamente a causa de que la libre competencia les veda alcanzar la excelencia. Curiosamente, por muy envidioso que sea alguien, cuando necesita un abogado, un médico, o lo que sea, procura buscar uno bueno, precisamente un profesional competente. Pero si no es un profesional cuyos servicios necesita, sino alguien que le pueda hacer sombra, entonces ya no dice que es competente ni excelente, dice que es elitista.

P.- Los alumnos ¿deben tener deberes para casa?

R.- Los deberes son indispensables: el aprendizaje tiene una parte ineludible de trabajo en soledad y en silencio. Ahora bien, a los niños se les imponen muchas veces tareas que, a mi juicio, son inútiles. Los trabajos de recortar y pegar llevan mucho tiempo, no son nada instructivos y pringan a toda la familia. Una redacción de pocas líneas, una suma de fracciones o memorizar un poema o la lista de los reyes de la Casa de Austria son cosas más útiles y llevan menos tiempo.

P.- ¿Por qué se cambia tanto de planes de estudio?

R.- Cambios de verdad solo hubo uno: el de la LOGSE que se cargó la ley del setenta. Los demás fueron parches que pusieron quienes se daban cuenta que la cosa no funcionaba pero que no se atrevieron a aceptar la cruda realidad: que la famosa reforma había sido un monumental disparate, y no un disparate inocente, porque era un sistema cuyo fracaso ya se había constatado en otros países.

P.- Los alumnos e incluso los profesores de hoy ¿superarían nuestras reválidas?

R.- Decididamente no. Es cierto que yo ahora tampoco superaría la reválida que aprobé a los catorce años porque tengo el latín olvidado (lo cual no significa que no haya sido útil estudiarlo), pero sucede que no la superarían por mala redacción, faltas de ortografía o ignorancia del sistema métrico decimal.

P.- Una curiosidad ¿qué manías tiene a la hora de escribir?

R.- Quizá la mayor manía que tengo es la de la concisión. Voy escribiendo a medida se me van ocurriendo las cosas, pero luego recorto mucho: donde algo se puede decir con un tiempo simple, prescindo del compuesto, y si la oración simple basta, borro las subordinadas. Soy la única persona que conozco en todo el mundo a la que le han devuelto artículos diciendo que los aceptaban pero que habían de ser ampliados. Normalmente sucede lo contrario. Y por supuesto, me gusta escribir bien, aunque escriba sobre matemáticas. Si lo consigo o no, lo han de decidir mis lectores.

P.- Como lector, prefiere: ¿libro electrónico o de papel?

R.- Sin lugar a dudas, el de papel. Soy un amante de los libros en cuanto que objetos físicos, me gusta poseerlos, me gustan los libros antiguos, los dedicados, los que tienen bellas ilustraciones. Un libro es para mí un ser vivo. Conservo como tesoros los libros de la vieja colección Plaza o Pulga, que tanto nos hicieron soñar de niños, con un papel de tan mala calidad que ninguna editorial se atrevería hoy a utilizar, ni siquiera para envolver. Pero son, o fueron, nuestros libros y en ellos está nuestra vida.

P.- Relate alguna curiosidad literaria personal que le haya ocurrido y no ha desvelado hasta hoy.

R.- Hace bastantes años publiqué Fibonacci. El primer matemático medieval, en la Editorial Nivola. Tuvo bastante éxito, me gustaría creer que porque el libro es bueno, pero también fue por otra circunstancia fortuita: al mismo tiempo apareció El código da Vinci, que puso de moda a Fibonacci y a su célebre sucesión de números. Estando yo en la feria del libro, en la caseta de Nivola, unas chicas se acercaron, cogieron mi libro de Fibonacci y se pusieron a hablar de él. Por cierto, que la gente habla del libro en presencia del autor como si éste fuera una figura de cera. El caso es que una dijo a las otras: “Claro, desde que ha salido El código da Vinci, se ha puesto de moda escribir sobre Fibonacci”. Me entraron ganas de decirla: “Mira mocosa, yo estoy interesado por Fibonacci y la matemática medieval desde antes que tu nacieras”. Pero claro, tampoco resulta muy comercial decir una impertinencia a posibles compradores. Puse cara de poker y me callé.
No es que sea una anécdota muy jugosa, pero no tengo otra.

P.- ¿Por qué se tiene que leer La conjura de los ignorantes?

R.- Para concienciarse (como decíamos antes) del terrible problema de la educación en España: está en manos de ignorantes que desprecian el saber y envidian a quienes saben.

P.- Sus planes literarios, a corto y medio plazo ¿son?

R.- Mi preocupación actual es promocionar una breve novela que acaba de aparecer, La llave perdida, publicada en la editorial Pasos Perdidos, la misma que publicó La conjura de los ignorantes. Es un relato entre realista y fantástico, en la línea de Álvaro Cunqueiro, uno de mis autores favoritos. Y este año aparecerán otros tres libros: Abu Kamil. El calculista egipcio, Gauss. El príncipe de los matemáticos (ambos en la editorial Nivola, donde he publicado casi toda mi obra sobre historia de la matemática) y Nosotros y Voltaire. Reflexiones en torno a su pensamiento, que aparecerá en Pasos Perdidos.


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Cuatro TV - 14/03/2017
Ricardo Moreno Castillo en Chester In Love
Por Risto Mejide

Ricardo Moreno Castillo estuvo en el programa de Cuatro Chester In Love hablando sobre educación con Risto Mejide y Eva Hache. Puedes verlo a continuación:

https://youtu.be/4ZFGKdmnV-Q

Agitadoras Revista Cultural - 01/03/2017
La conjura de los ignorantes.
Por Francisco Marín

Como docente que soy preocupado por la deriva que lleva la enseñanza en este país llamado, por si alguien no lo sabe, España  firmo y ratifico todas y cada una de las palabras que Ricardo Moreno Castillo, negro sobre blanco, vierte en La conjura de los ignorantes. Es muy preocupante observar como alumnos, incluso profesores, ignoran muchas cuestiones y la cuestión de pensar brilla por su ausencia.

Desde la reforma educativa del año 1990 los niveles de conocimiento de los alumnos caen en picado y el mal comportamiento en las aulas sube como la espuma. Entre los entusiastas de la reforma hay quienes niegan sencillamente los hechos. Otros los reconocen, pero los atribuyen a causas externas: cambios sociales, presencia de inmigrantes y a lo reacios que son los profesores a las novedades.

En otros dos libros, Panfleto Antipedagógico (2006, El lector Universal) y De la buena y la mala educación (2008, Los libros del lince), Ricardo Moreno Castillo demostró que ninguna de esas razones explican nuestro desastre educativo, y que éste es la lógica consecuencia de una errónea teoría que menoscaba la autoridad de los profesores, de un desprecio por el saber y de una jerga pseudocientífica muy utilizada por presuntos expertos en educación.


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En este nuevo libro Ricardo Moreno se centra en el lenguaje hueco de la pedagogía que domina en nuestro sistema educativo y ha vaciado la educación y la ha dejado en los huesos. A partir de una antología delirante de textos de «muy ilustres pedagogos» deja claro que la educación en España no está como está y se ha convertido en el primer problema de nuestro país por ninguna casualidad, sino porque es víctima de una conjura de ignorantes.

A lo largo de 20 capítulos el autor desmonta todas y cada una de las “tonterías” que plantean los peda(dema)gogos. El libro se abre con una cita de Antonio Muñoz Molina que dice «El mayor éxito de los pedagogos en los últimos treinta años ha sido despojar a varias generaciones de las herramientas intelectuales para comprender racionalmente el mundo». Perfecto.

Mi más profundo agradecimiento a Ricardo por poner en nuestras manos esta auténtica joya literaria amén de herramienta para comprender lo incomprensible.

Ricardo Moreno Castillo (Madrid, 1950), Licenciado en Matemáticas y doctor en Filosofía especializado en historia de la ciencia, ha sido catedrático de instituto hasta su jubilación y profesor asociado en la facultad de matemáticas de la Universidad Complutense.

Es autor de más de una veintena de obras sobre matemáticas y su historia, sobre filosofía (Diccionario semifilosófico y Trece cartas a Dios) y de numerosos artículos de prensa; también ha traducido varios códices matemáticos árabes. Sobre la situación de la educación en España y las causas de su deterioro ha publicado Panfleto Antipedagógico (2006, El lector Universal) y De la buena y la mala educación (2008, Los libros del lince), obras que tuvieron una gran repercusión y aportaron una visión crítica sobre los principales problemas de nuestro sistema educativo.

Hace ya una década, Ricardo Moreno Castillo escribió un libro, el Panfleto Antipedagógico, en el que abogaba por aprender más cosas de memoria y criticaba «una enseñanza pretendidamente lúdica donde no se inculca el hábito de estudio». En La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza (Pasos Perdidos), este catedrático de Matemáticas de instituto, ya jubilado, sigue argumentando en defensa de una enseñanza «rigurosa», «exigente» y «disciplinada», pero incide también en que la pedagogía es «una jerga, y no una ciencia», llena de «patochadas», «estupideces» y «desvaríos».

Ricardo Moreno Castillo…o la lucidez…
P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace La conjura de los ignorantes?

R.- En el 2006 publiqué el Panfleto antipedagógico y en el 2008 De la buena y la mala educación. Ambos tuvieron muy buena acogida entre los profesores, pero ningún impacto en la mejora de la educación, que siguió deteriorándose día a día. Porque si  el PSOE fue el autor del despropósito, el PP no cambió las cosas cuando pudo hacerlo. Cuando éste ganó las elecciones en el 2011, algunos tuvimos un asomo de esperanza. Incluso quienes no lo votamos estábamos convencidos de que en educación ya no se podían hacer las cosas peor. Pero la desilusión llegó pronto, y con ella el recuerdo de una amarga lección tantas veces olvidada: que en la estupidez y en el mal hacer nunca se toca fondo. La promesa del bachillerato de tres años fue olvidada, la jerga vacía de los pedagogos fue asumida por las nuevas autoridades y continuó la desidia frente a las autonomías que no obedecen las directrices del ministerio en aquello en que sí tiene competencia. Y el antiguo CAP en el que había que escuchar un montón de estupideces durante dos meses se convirtió en un master en el que las estupideces duran más todavía. Era pues urgente denunciar esas estupideces, y así nació La conjura de los ignorantes: para poner nombre y apellidos a los estafadores cuya jerga está minando la cultura y la educación desde sus cimientos.

P.- ¿Cuánto daño han hecho los pedagogos a la enseñanza?

R.- La pregunta está en parte ya contestada: si el lenguaje puede servir para cambiar la realidad (como muy bien saben los políticos), el lenguaje vació puede vaciar la realidad. Esta ha sido la aportación de los pedagogos, vaciar la educación, y a continuación tapar ese vacío con retazos de sinsentidos: creatividad, espíritu crítico, empatía, participación…cosas todas ellas que si no están controladas por el conocimiento no significan nada.

P.- He observado que a lo largo del tiempo el nivel de los universitarios ha ido bajando ¿a qué se debe?

R.- Efectivamente, problemas que antes se ponían en tercero de BUP hoy no se puede poner en primero de física, matemáticas e ingeniería. Por esta razón ha sido necesario un “curso cero” en muchas facultades de ciencias e ingeniería. ¿A qué se debe? Pues a que el saber se desprecia (se desplaza para poner en su lugar la sarta de majaderías a las que aludí antes) y, la exigencia se critica por ser represiva y fascista. Y lo que es peor, a que al degradar intelectualmente a los alumnos, se les degrada humanamente: no solo llegan a las facultades sabiendo menos cosas, sino que llegan más inmaduros, más niñatos y más irresponsables.

P.- Me pone muy nervioso la coletilla de “aprender a aprender”. ¿Qué piensa usted de ella?

R.- Efectivamente, esto es algo que se repite como un mantra, a mí también me pone de los nervios. Es una solemne majadería, por muy prestigiada que esté en ambientes pedagógicos. A aprender se aprende aprendiendo, igual que a nadar se aprende tirándose a la piscina. No hay algo así como un “aprender a aprender a nadar” que luego te permita aprender a nadar. Además, si para aprender es necesario “aprender a aprender”, primero habrá que “aprender a aprender a aprender”, lo que nos lleva a un retroceso al infinito de consecuencias metafísicas impredecibles.

P.- ¿Cómo mejoraría la educación en España?

R.- En primer lugar, aceptando algo obvio que con frecuencia es ocultado: que el objetivo de la educación es la transmisión del saber, y que el estudiante que acaba su educación ha de ser una persona más culta e ilustrada de lo que lo era cuando la comenzó. Y esto se oculta bajo una hojarasca de palabras vacías como habilidades, destrezas y aprender a aprender. Y son vacías porque plantean alternativas falsas: la destreza de hacer problemas de matemáticas o de traducir textos latinos se apoya en el conocimiento, no puede escribir bien quien no ha estudiado los contenidos una ciencia llamada gramática, y solo aprendiendo se aprende a aprender.
En segundo lugar, una vez aceptado esto, asumiendo también que el acceso al saber y a la cultura no es posible sin trabajo, tesón y constancia, y que los centros de enseñanza no pueden funcionar como tales si no hay disciplina. Y para quienes no estén dispuestos a someterse a la disciplina que requiere un bachillerato serio y exigente, ha de haber una formación profesional digna.

P.- ¿Quién ha desposeído de la autoridad a los profesores?

R.- Han sido algunos estúpidos que piensan (es un decir) que la educación ha de ser libre. Decía Chesterton con su habitual buen sentido que “No puede haber una educación libre, porque si dejáis a un niño libre, no le educaréis”. Y esto es así porque, en principio, ningún niño quiere ser educado. De lo contrario, no tendría sentido una ley de educación obligatoria, igual que no tendría sentido una ley que obligara a beber cuando se tiene sed. El gobierno, según quienes abominan de la educación autoritaria, tendría que limitarse a construir centros de enseñanza igual que construye fuentes, y luego dejar que los niños se acerquen a ellos guiados por el mismo instinto que lleva a los sedientos a acercarse a las fuentes.

P.- ¿Por qué está tan mal visto el esfuerzo y la excelencia?

R.- En parte por lo que dije antes: el esfuerzo exige disciplina y autoridad. Quienes critican la excelencia y la competitividad son aquellos envidiosos cuyas limitaciones se hacen evidentes precisamente a causa de que la libre competencia les veda alcanzar la excelencia. Curiosamente, por muy envidioso que sea alguien, cuando necesita un abogado, un médico, o lo que sea, procura buscar uno bueno, precisamente un profesional competente. Pero si no es un profesional cuyos servicios necesita, sino alguien que le pueda hacer sombra, entonces ya no dice que es competente ni excelente, dice que es elitista.

P.- Los alumnos ¿deben tener deberes para casa?

R.- Los deberes son indispensables: el aprendizaje tiene una parte ineludible de trabajo en soledad y en silencio. Ahora bien, a los niños se les imponen muchas veces tareas que, a mi juicio, son inútiles. Los trabajos de recortar y pegar llevan mucho tiempo, no son nada instructivos y pringan a toda la familia. Una redacción de pocas líneas, una suma de fracciones o memorizar un poema o la lista de los reyes de la Casa de Austria son cosas más útiles y llevan menos tiempo.

P.- ¿Por qué se cambia tanto de planes de estudio?

R.- Cambios de verdad solo hubo uno: el de la LOGSE que se cargó la ley del setenta. Los demás fueron parches que pusieron quienes se daban cuenta que la cosa no funcionaba pero que no se atrevieron a aceptar la cruda realidad: que la famosa reforma había sido un monumental disparate, y no un disparate inocente, porque era un sistema cuyo fracaso ya se había constatado en otros países.

P.- Los alumnos e incluso los profesores de hoy ¿superarían nuestras reválidas?

R.- Decididamente no. Es cierto que yo ahora tampoco superaría la reválida que aprobé a los catorce años porque tengo el latín olvidado (lo cual no significa que no haya sido útil estudiarlo), pero sucede que no la superarían por mala redacción, faltas de ortografía o ignorancia del sistema métrico decimal.

P.- Una curiosidad ¿qué manías tiene a la hora de escribir?

R.- Quizá la mayor manía que tengo es la de la concisión. Voy escribiendo a medida se me van ocurriendo las cosas, pero luego recorto mucho: donde algo se puede decir con un tiempo simple, prescindo del compuesto, y si la oración simple basta, borro las subordinadas. Soy la única persona que conozco en todo el mundo a la que le han devuelto artículos diciendo que los aceptaban pero que habían de ser ampliados. Normalmente sucede lo contrario. Y por supuesto, me gusta escribir bien, aunque escriba sobre matemáticas. Si lo consigo o no, lo han de decidir mis lectores.

P.- Como lector, prefiere: ¿libro electrónico o de papel?

R.- Sin lugar a dudas, el de papel. Soy un amante de los libros en cuanto que objetos físicos, me gusta poseerlos, me gustan los libros antiguos, los dedicados, los que tienen bellas ilustraciones. Un libro es para mí un ser vivo. Conservo como tesoros los libros de la vieja colección Plaza o Pulga, que tanto nos hicieron soñar de niños, con un papel de tan mala calidad que ninguna editorial se atrevería hoy a utilizar, ni siquiera para envolver. Pero son, o fueron, nuestros libros y en ellos está nuestra vida.

P.- Relate alguna curiosidad literaria personal que le haya ocurrido y no ha desvelado hasta hoy.

R.- Hace bastantes años publiqué Fibonacci. El primer matemático medieval, en la Editorial Nivola. Tuvo bastante éxito, me gustaría creer que porque el libro es bueno, pero también fue por otra circunstancia fortuita: al mismo tiempo apareció El código da Vinci, que puso de moda a Fibonacci y a su célebre sucesión de números. Estando yo en la feria del libro, en la caseta de Nivola, unas chicas se acercaron, cogieron mi libro de Fibonacci y se pusieron a hablar de él. Por cierto, que la gente habla del libro en presencia del autor como si éste fuera una figura de cera. El caso es que una dijo a las otras: “Claro, desde que ha salido El código da Vinci, se ha puesto de moda escribir sobre Fibonacci”. Me entraron ganas de decirla: “Mira mocosa, yo estoy interesado por Fibonacci y la matemática medieval desde antes que tu nacieras”. Pero claro, tampoco resulta muy comercial decir una impertinencia a posibles compradores. Puse cara de poker y me callé.
No es que sea una anécdota muy jugosa, pero no tengo otra.

P.- ¿Por qué se tiene que leer La conjura de los ignorantes?

R.- Para concienciarse (como decíamos antes) del terrible problema de la educación en España: está en manos de ignorantes que desprecian el saber y envidian a quienes saben.

P.- Sus planes literarios, a corto y medio plazo ¿son?

R.- Mi preocupación actual es promocionar una breve novela que acaba de aparecer, La llave perdida, publicada en la editorial Pasos Perdidos, la misma que publicó La conjura de los ignorantes. Es un relato entre realista y fantástico, en la línea de Álvaro Cunqueiro, uno de mis autores favoritos. Y este año aparecerán otros tres libros: Abu Kamil. El calculista egipcio, Gauss. El príncipe de los matemáticos (ambos en la editorial Nivola, donde he publicado casi toda mi obra sobre historia de la matemática) y Nosotros y Voltaire. Reflexiones en torno a su pensamiento, que aparecerá en Pasos Perdidos.


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El País - 29/05/2016
Solo el saber nos hace críticos
Por Ricardo Moreno Castillo

Seguimos discutiendo sobre educación, pero el diálogo será de sordos mientras los mentores de la reforma de 1990 sigan negando la evidencia: que la enseñanza en España está literalmente por los suelos. Todos los grandes humanistas y científicos que conozco están escandalizados por cómo está la educación.

Escritores como Félix de Azúa, Javier Marías, Eduardo Mendoza, Antonio Muñoz Molina y Arturo Pérez-Reverte; filósofos como Gabriel Albiac, Rafael Argullol, Victoria Camps, Adela Cortina y Fernando Savater; historiadoras como Carmen Iglesias; filólogos como Javier Orrico, Xavier Pericay, Francisco Rodríguez Adrados y Gregorio Salvador, han cuestionado nuestro sistema de enseñanza o han apoyado manifiestos en los que este modelo es severamente criticado.

Son ya muchas y muy autorizadas las voces clamando contra nuestro sistema educativo como para que quienes discrepamos de él se nos tache sin más de nostálgicos y reaccionarios. Y cada partido ha de asumir sus responsabilidades.Si el PSOE fue el autor del despropósito, el PP no cambió las cosas cuando pudo hacerlo. Cuando éste ganó las elecciones en 2011, algunos tuvimos un asomo de esperanza. Incluso quienes no lo votamos estábamos convencidos de que en educación ya no se podían hacer las cosas peor. Pero la desilusión llegó pronto, y con ella el recuerdo de una amarga lección tantas veces olvidada: que en la estupidez y en el mal hacer nunca se toca fondo. La promesa del bachillerato de tres años fue olvidada, la jerga vacía de los pedagogos fue asumida por las nuevas autoridades, y continuó la desidia frente a las autonomías que no obedecen las directrices del ministerio en aquello en que sí tiene competencia.

Si nos hemos de entender hablando de educación, hay que aceptar algo obvio pero con frecuencia ocultado: que el objetivo es la transmisión del saber, y que el estudiante que acaba su educación ha de ser una persona más culta e ilustrada de lo que lo era cuando la comenzó. Y esto se oculta bajo una hojarasca de palabras vacías como habilidades, destrezas y aprender a aprender. Y son vacías porque plantean alternativas falsas: la destreza de hacer problemas de matemáticas o de traducir textos latinos se apoya en el conocimiento, no puede escribir bien quien no ha estudiado los contenidos de una ciencia llamada gramática y solo aprendiendo se aprende a aprender.

También se habla mucho de crear personas críticas, pero sucede que la crítica no controlada por el conocimiento es charlatanería. El último mantra pedagógico consiste en decir que hay que enseñar a tomar decisiones. Pues cuanto más instruido y cultivado sea alguien, más elementos de juicio tendrá para tomar decisiones. Es indispensable pues deshacerse de esta jerga que ha vaciado la enseñanza y hacer oídos sordos a los presuntos expertos que viven de ella.

¿Y a quiénes habría que acudir para elaborar las leyes de educación? Existen en España filólogos, escritores, filósofos y matemáticos que son o han sido profesores de instituto que mucho saben y mucho podrían aportar, algunos citados en este artículo. Y ninguno de ellos ha sido consultado. Cuánta sabiduría y experiencia sacrificadas frívolamente en el altar de los dogmas de una pedagogía que, sin ningún rubor, se autoproclama progresista. Pero a los creadores de la reforma este sacrificio les resbala. Sabiendo muy poco sobre estudiantes de bachillerato, desoyendo las voces más autorizadas, y con el atrevimiento propio de los ignorantes, se cargaron literalmente la enseñanza en España.

Todavía se está a tiempo de arreglar el estropicio, pero el tiempo apremia porque cada día que pasa la situación se hace más difícil de revertir. Si el resultado de las próximas elecciones es parecido al de las anteriores y los políticos optan por una alianza de los partidos constitucionalistas frente a los antisistema, sería una gran ocasión para llegar a un pacto educativo. ¿Tendrán los políticos la altura de miras necesaria como para reconocer sus errores, aparcar sus diferencias y ponerse de una vez a arreglar un problema que, si no se resuelve ya, va a tener consecuencias gravísimas para España?

El País - 14/05/2016
Escuela
Por Fernando Savater

Siempre oí repetir que la enseñanza debe ser “crítica”. Nada de memoria, nada de llenar la cabeza de datos (¡se encuentran en Internet!), nada de que el maestro hable desde la tarima y los demás callen tomando apuntes, nada de asignaturas sin relación con la vida cotidiana (¿como las matemáticas, la historia o la gramática?) y nada de dar por hecho que uno sabe y los demás no. ¡Crítica ante todo! ¡El aprendizaje debe ser crítico, si me apuran más crítico que aprendizaje! ¿Qué es lo que hay que aprender? Pues aprender a aprender, a ser críticos con lo que pretenden enseñarnos. Cuando el maestro anticuado profiere como irrefutable cualquier tópico viejuno, v. gr. “París es la capital de Francia”, el alumno debe propinarle un certero “¡Eso lo dirás tú!”. Seguro que le desconcierta…

Abracé dócilmente esta rebeldía, hasta darme cuenta de que los críticos más contundentes son quienes mejor han aprendido aquello de lo que se habla: por plácido que sea su talante, los que saben aritmética no aguantan a los que dicen que dos y dos son cinco. Y tienen sus razones. Son precisamente esas razones las que deben enseñarse en la escuela, porque con ellas vendrá por añadidura el espíritu crítico, que no es simple afán de contradicción. Dos libros recientes, La conjura de los ignorantes (ed. Pasos Perdidos), de Ricardo Moreno Castillo, y Contra la nueva educación (ed. Plataforma Actual), de Alberto Royo, defienden esta asombrosa doctrina, la de siempre, y con ella el esfuerzo estudioso, el orden en el aula y el magisterio de los profesores, que no deben ser meros colegas lúdicos ni animadores emocionales de la comuna escolar. Y lo hacen de modo muy divertido: quien mañana ocupe la cartera de Educación hará bien en leerles

 

La Opinión de Murcia - 13/05/2016
Ricardo Moreno, el 'cazafantasmas' pedagógicos
Por Javier Orrico

Ricardo Moreno Castillo, catedrático de Matemáticas de Bachillerato y doctor en Filosofía, publicó en 2006 su Panfleto antipedagógico, uno de los libros más destacados entre los lamentablemente escasos ´contestatarios´ contra la pedagogía oficial. El asunto había comenzado algunos años antes con los artículos y libros pioneros de Rodríguez Adrados y Gregorio Salvador, y la aparición providencial de la editorial Unisón, dirigida por Mercedes Ruiz Paz, a la que debemos no sólo su imprescindible La secta pedagógica, sino habernos dado a conocer, entre otros, a Inger Enkvist. Y que no les engañen: la causa de todo nuestro fracaso educativo reside en la pedagogía oficial, implantada por la izquierda, y asumida y desplegada con pasión de conversos por la derecha. Una pedagogía hoy llamada nueva „que no lo es en absoluto„ o del siglo XXI, que tuvo su apogeo con la LOGSE. La misma que ha convertido a los profesores en burócratas, a los que obliga a redactar estupideces, en lugar de poder emplear su tiempo en estudiar. Y la que ha hundido la enseñanza española, ya no en la ignorancia, sino en la vileza de negarse siquiera a ser examinada.

La pedagogía, en fin, de esos creadores de un lenguaje fatuo, ´ostentóreamente´ hueco, burbuja, que ha conseguido convencer a nuestra sociedad de que ya no son importantes los conocimientos, eso que llamábamos la cultura, ¡ni siquiera para ser profesor! La vieja cultura general, aquella que soñábamos que se extendiera a todos, ha muerto, y ustedes sin enterarse. Algunos padres se preguntan por qué sus hijos no saben de nada, y nadie les explica que ahora lo importante no es que sepan nada, sino sólo que hagan cosas. Por eso se les atiborra de deberes, pero casi nunca los verán estudiando.


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No obstante, algo que sí podrían hacer para enterarse es leer el nuevo libro de Moreno Castillo: La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza. Obra construida sobre un recurso magistral: ha dejado hablar a la secta, les ha puesto un espejo, ha recogido sus palabras directamente y, como dice Arcadi Espada en su demoledor prólogo, los pedagogos le han dado el libro hecho. No ha tenido más que poner la red para que los fantasmas cayeran por sí mismos. Es tan obtuso y risible todo lo que dicen, que ha bastado con que Ricardo comente sus ocurrencias con un mínimo de sentido común para que la burbuja estalle, ante nuestros divertidos ojos, en los mil pedazos de hinchada necedad que contiene. Todavía recuerdo la carcajada que no pude evitar el día en que me dijeron que hablar con un alumno era «una intervención psicopedagógica». Sólo un ejemplo: les oirán o leerán que ahora lo importante es desarrollar ´habilidades y destrezas´, que resulta que son lo mismo: se trata de inflar y aureolarse de enigma. Los impostores siempre hablaron raro.

Y así todo. Lean el libro. Al menos, ya que se han cargado la enseñanza, que podamos pasar un ´fragmento de ocio corto´ divertido con sus desvaríos.


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El Correo de Andalucía - 26/04/2016
Pedagogías, las justas
Por César Rufino

A Ricardo Moreno Castillo lo han llamado de facha para arriba por denunciar que la pedagogía, entendida como rama del saber, es la gran trola de nuestro tiempo. Lejos de arredrarse por ello, su reciente libro titulado La conjura de los ignorantes (de cómo los pedagogos han destruido la enseñanza) es la evolución natural de otras publicaciones suyas, Panfleto antipedagógico (2006) y De la buena y la mala educación (2008), con las que plantaba ya cara a esta «pseudociencia» y a sus pontífices bajo la acusación de haber arruinado toda expectativa de conseguir que la escuela sirva para algo, de haber creado «un lenguaje vacío» de perniciosos efectos: la negación de la autoridad al profesor, la erradicación del esfuerzo y la aplicación por parte del alumno como elementos reaccionarios, la presunción del derecho del niño al éxito, la creatividad por encima de la adquisición de conocimientos y otros principios han hecho añicos, según el profesor Moreno, toda esperanza del colegial de sacar algún provecho de su paso por las aulas más allá de obtener un pasaje con todos los gastos pagados hacia la frustración. En su nuevo ensayo se dedica a recoger lo que considera «estupideces» dichas por los miembros de esa «secta», para ponerlos en evidencia. «Se objetará que también se podría hacer una antología de estupideces dichas por grandes científicos, y es verdad. Un físico, así sea premio Nobel, puede decir muchas tonterías, pero solo cuando deja de hablar de física. Puede equivocarse, ¡cómo no!, pero no decir disparates sobre física que pudiera detectar un lego en la materia. Y esta es la diferencia. Un pedagogo puede decir estupideces cuando habla de cualquier cosa, todos las decimos con más frecuencia de la deseable, lo grave es que las dice cuando habla de enseñanza y educación, el objeto de su supuesta ciencia», escribe.


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En conversación con El Correo, este licenciado en Matemáticas y doctor en Filosofía, catedrático de instituto jubilado y autor de una veintena de obras, comenta que en su opinión «la pedagogía es fruto de antiguos progres con mala conciencia. No podemos ser autoritarios, dicen. Hombre, no podemos tratar a los alumnos a palos, pero, si hay treinta niños, o tú ejerces la autoridad o no hay manera de dar clases. Y lo que es más grave: es una ingenuidad pensar que si el adulto deja de ejercer su autoridad va a haber una alegre camaradería con los niños. Va a ser el abuso del más fuerte sobre el más débil. De hecho, a medida que ha ido disminuyendo la autoridad del profesor aumenta el acoso escolar». No le duelen tanto las críticas como la certeza de lo que ello significa: que las raíces de la pedagogía, entendida en esta ocasión como mala hierba, están demasiado agarradas para su gusto. «Yo estuve en la universidad franquista, hice huelgas como todo el mundo, tiré piedras a la policía franquista... que a estas horas me llamen fascista me da igual. Me han llamado de todo: fascista, nostálgico, reaccionario... Cuando yo digo que se trata de que la escuela sea un ascensor social, el niño tiene que aprender y hay que disciplinarlo. Al niño lo que le gusta es jugar con sus amigos, eso es lo normal».

En su libro recoge un ejemplo estremecedor de discurso vacío. He aquí un fragmento: De acuerdo con este marco, entendemos que para estudiar los mecanismos de influencia educativa que operan en el ámbito de la interactividad es necesario identificar, por un lado, las formas en que se organiza la actividad conjunta y, por otro, los significados negociados por los participantes en el marco de esa estructura de actividad, no solo en lo que se refiere a ‘de qué se habla’, sino también a ‘cómo se habla de aquello de lo que se habla’. El análisis se centra, por tanto en las ayudas vehiculadas por el agente educativo a través, por un lado, de una estructura de la interactividad, y por otro, del uso de determinados mecanismos semióticos. Como apunta Moreno Castillo, «he leído este texto una y otra vez y no consigo entender absolutamente nada. Lo más que puedo decir es que me recuerda a aquellos párrafos de los libros de caballerías que hicieron enloquecer a don Quijote».

Por no hablar de afirmaciones como que a los alumnos no hay que transmitirles conocimientos, sino hacer que sean capaces de aprender a aprender. «Esto es una solemne insensatez», diagnostica el doctor, «por muy prestigiada que esté en ambientes pedagógicos. A aprender se aprende aprendiendo, igual que a nadar se aprende tirándose a la piscina. No hay un algo así comoaprender a aprender a nadar que luego te permita aprender a nadar. Además, si para aprender es preciso aprender a aprender, previamente habrá que aprender a aprender a aprender, lo cual nos lleva a un retroceso al infinito de consecuencias metafísicas impredecibles». O afirmaciones como esa de que el alumno tiene derecho al éxito, que raya el «disparate» porque «nadie se educa sin poner mucho de su parte», recuerda el autor de La conjura de los ignorantes. «Pero no solo es un delirio, es también una manera de crear alumnos irresponsables, en el sentido de que no tienen que responder, porque la culpa siempre es del sistema, que no les motiva, que no invierte lo suficiente, que no pone profesores de apoyo. Todos los españoles mayores de treinta y cinco años se han educado y han salido adelante en una época en la que se invertía menos en educación y con un sistema educativo que distaba mucho de ser perfecto. Y si el estudiante cree que no tiene obligación de poner de su parte hasta que las cosas sean perfectas, no solo no saldrá adelante sino que será siempre un inmaduro. Estoy de acuerdo con que gran parte del fracaso escolar lo es del sistema porque muchos chicos que quieren aprender no pueden por culpa de quienes boicotean las clases (y en nuestro sistema están más protegidos los que no dejan estudiar a sus compañeros que los que sí quieren aprender. Y porque muchos de los que superan la etapa obligatoria (que se supone no entran en las estadísticas del fracaso escolar) ignoran cosas muy elementales, y muchos de los que acaban el bachillerato llegan a la universidad con unas lagunas imperdonables. Que en las facultades de ciencias haya sido necesario implantar un curso cero donde se explican cosas que antes sabía un estudiante corriente de catorce o quince años es el fracaso del sistema».

Afirma el profesor que «el responsable de este despropósito ha sido lamentablemente el Partido Socialista». «Yo siempre me he considerado de izquierda; pero la izquierda, esa de la que se supone que la educación pública ha de ser su bandera, la ha destrozado. El PSOE tendría que empezar reconociendo su error, y mientras no lo haga va a ser muy difícil conseguir un pacto por la educación. La izquierda tiene que ocuparse de los pedagogos al igual que la derecha tiene que ocuparse de los curas».

Es difícil y arriesgado pontificar sobre cuáles son los males y los remedios de la enseñanza, por más que abunden quienes lo hacen sin recato ni perjuicio. Difícil, porque probablemente no haya una sola razón, un germen que se pueda aislar y eliminar; arriesgado, porque todo experimento u ocurrencia que se acometa en este campo puede acarrear trágicas consecuencias en generaciones enteras de jóvenes. Lo que sí parece claro es que propiciar en los jóvenes la capacidad de reflexión es una garantía tanto a efectos educativos como a todos los demás. Sin embargo, ya avisa el autor del libro de que «tanto la creatividad como el espíritu crítico son imposibles sin conocimiento. Un fanático es un ignorante con espíritu crítico». En las redes sociales, en los comentarios anónimos a ciertas informaciones de prensa, en la calle y en la propia escuela se puede ver si esta afirmación es o no exagerada.

ENTRE FILOSOFÍA Y MATEMÁTICAS

Ricardo Moreno Castillo (Madrid, 1950), licenciado en Matemáticas y doctor en Filosofía especializado en historia de las ciencias, ha sido catedrático de instituto hasta su jubilación y profesor asociado en la Facultad de Matemáticas de la Universidad Complutense. Es autor de una veintena de obras sobre matemáticas y su historia, sobre filosofía (Diccionario semifilosófico y Trece cartas a Dios) y de numerosos artículos de prensa. También ha traducido varios códices matemáticos árabes y ha escrito las obras reseñadas en el texto sobre los efectos de la Pedagogía en la enseñanza y los principales problemas de nuestro sistema educativo. La conjura de los ignorantes está publicada por la editorial Pasos perdidos.


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TeleMadrid - 05/04/2016
Ricardo Moreno debate sobre la pedagogía en "Diario de la Noche" de TeleMadrid.
Por

Ricardo Moreno debate sobre la pedagogía en "Diario de la Noche" de TeleMadrid. Puedes verlo pinchando AQUÍ

eldiario.es - 29/03/2016
Catedrático de instituto: "Los pedagogos han destruido la enseñanza"
Por EFE

Mostrar que la pedagogía es "un lenguaje sin contenido, una jerga y no una ciencia" y que nadie se convierte en un buen docente leyendo sobre esta materia es lo que intenta demostrar en su último libro el catedrático de instituto Ricardo Moreno, quien concluye: "Los pedagogos han destruido la enseñanza".

Desde su experiencia como licenciado en Matemáticas, doctor en Filosofía, profesor asociado en la facultad de Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de instituto hasta su jubilación, dice en una entrevista a Efe que en la educación, frente a lo que sostienen los pedagogos, no debe faltar el esfuerzo, las notas o las reválidas.

Ricardo Moreno (Madrid, 1950) recoge en su nueva obra "La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza" (Pasos Perdidos) una serie de textos pedagógicos y "les da la vuelta" para demostrar que "usan muchas palabras para decir cosas triviales o que no significan nada, buscando un lenguaje deliberadamente críptico para tener un aspecto científico que no tienen".

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"Convertirse en un buen profesor es una cuestión de buen sentido, de amar su materia, de ser capaz de ponerse en el lugar del alumno y no tiene nada que ver con el discurso de los pedagogos", afirma.

En su libro señala como un ejemplo de "disparate" el que un catedrático de Pedagogía pueda criticar que "en la escuela se mande callar en clase de Lengua".

Autor también de "Panfleto antipedagógico" y "De la buena y la mala educación", Moreno rechaza que se asegure que todo alumno tiene derecho al éxito porque, a su juicio, el derecho será "a un buen sistema educativo o a una buena escuela", pero luego cada estudiante tiene que estudiar.

"Es como decir que tengo derecho al éxito en la salud en el sentido de tener un sistema sanitario que me atienda cuando luego no hago caso a lo que me dice el médico", argumenta.

Tampoco está de acuerdo con que el esfuerzo sea "algo reaccionario", ya que enfatiza que estudiar es "una obligación".

La escuela como un mundo en el que "todos están motivados y contentos" no es real -continúa- y es "más sano" decir al escolar que tiene la obligación de estudiar como sus padres de trabajar.

En cuanto al profesor y amigo que defienden también los pedagogos, declara que una vez que entras en clase "debes guardar una equidistancia" porque un buen profesor debe volcarse más en los alumnos con dificultades que en aquellos que le caigan mejor.

Califica de "estupidez" hablar de la diversidad del alumnado ya que "a todos por igual les viene mejor las explicaciones pausadas, claras y empezar por los ejercicios fáciles antes que por los difíciles".

Moreno subraya que no "no hay más remedio que poner notas" y que si un alumno no estudia, saca un cero y se siente frustrado se le pasará si estudia y aprueba.

Ve las reválidas o exámenes externos al centro y homogéneos como "indispensables" porque de lo contrario muchos chicos "aprueban casi por dar la lata al profesor"; "si sabe que va a tener que rendir ante un examen que corrige alguien que no le conoce se lo tomará más en serio", sostiene.

Moreno reconoce que solo ha leído "en diagonal" el borrador del Libro Blanco sobre la Profesión Docente que ha entregado el pedagogo José Antonio Marina al Ministerio de Educación, pero afirma que echa en falta que se aporten "soluciones concretas".

Por ejemplo, Moreno es partidario de que el bachillerato dure tres años y que la enseñanza común anterior sea más corta porque no ve prudente "tener a los chicos hasta los 16 años contra su voluntad solo para que se titulen".

Consciente de las críticas que recibe -"que soy un tradicional, un nostálgico"-, responde que cuando daba clase conseguía "niveles de aprobado buenísimos".

Ricardo Moreno añade con humor que cuando un alumno "no estaba motivado para estudiar" le preguntaba que si en su casa solo había comida cuando sus padres estaban motivados para prepararla.


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El Norte de Castilla - 28/03/2016
Ricardo Moreno: «Los pedagogos han acabado con la enseñanza pública en España»
Por Jesús Bombín

Ricardo Moreno Castillo (Madrid, 1950), licenciado en Matemáticas y doctor en Filosofía, ha hecho de la educación un motivo de batalla intelectual a través de reflexiones que ha plasmado en obras como ‘Panfleto antipedagógico’ (2006) y ‘De la buena y la mala educación’ (2008). En su último libro –‘La conjura de los ignorantes’–, ajusta cuentas con quienes considera responsables del «desastre educativo español», que se ha convertido, a su juicio, en el primer problema del país, y carga contra lo que denomina «la secta pedagógica», impulsora de la LOGSE.

–¿Qué le lleva a defender que la educación se ha convertido en la carencia más importante?

–Que tenemos un montón de jóvenes no ya en paro, sino sin posibilidad de trabajar cuando la crisis remita. Son muchas las personas que tienen un título universitario y no saben nada. Tenemos licenciados con muy poquita formación debido a que hay un excesivo número de Universidades que compiten a la baja por captar alumnos, porque si se ponen serias en exigencia, se quedarían sin estudiantes. El nivel es bajísimo; hay gente en Ingeniería, Física y Matemáticas que tienen problemas con el sistema métrico decimal.

–A que en 1990 se aprobó una reforma absolutamente disparatada, se empeñaron en unificar la educación por decreto hasta los 16 años. Está bien que sea hasta esa edad, pero si metes en un aula a chicos que quieren aprender con otros que no tienen el menor interés, al final arruinas la clase. Ahora mismo, un alumno que termine a los 16 años está menos preparado que en el sistema anterior, cuando llegaban al instituto con 14 años. Y esto es debido a una pedagogía equivocada de creer que todo tiene que ser muy motivador y a que a los estudiantes no se les explica que el futuro depende de su esfuerzo.

–¿Qué alternativa habría que dar a quienes no están interesados en estudiar hasta los 16 años?

–Una formación profesional digna pero más temprana. Un buen bachillerato realmente bueno tendría que tener seis años; a partir de los 12 años al que se empeña en no estudiar es mejor darle otras posibilidades.


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–¿Por qué dice que la nueva pedagogía destruye al alumno?

–Decimos que un profesor es buen pedagogo cuando sabe enseñar, pero cuando eso se convierte en ciencia pasa a ser cháchara que ha vaciado la enseñanza. Entre otras cosas, porque hay un desprecio absoluto por los conocimientos. Esos pedagogos dicen que lo importante es la educación emocional, las habilidades... entonces si no son esenciales los conocimientos, ¿qué es lo importante en una escuela? Los pedagogos han acabado con la enseñanza pública en este país. La palabra pedagogía significaba hasta hace poco el arte de enseñar, que depende de la capacidad de hablar claro y saber escuchar, de entusiasmarse y entusiasmar, de combinar cierta dosis de autoridad y buenas maneras con la serenidad, y eso son cosas que se pueden aprender observando a los buenos profesores, pero no se pueden enseñar. Es como si queremos convertir en ciencia el arte de hacer amigos.

–Apoyándose en una frase de Antonio Muñoz Molina dice que la pedagogía es un lenguaje sin contenido, una jerga y no una ciencia.

–Al pie de la letra la comparto. En el libro exhibo los textos de catedráticos de Universidad que pretenden enseñar a los futuros profesores. Son de carcajada. Estamos pagando catedráticos de estupidez. Esto es posible porque a la gente ignorante le gusta el lenguaje críptico que le hace sentirse interesante e importante. La reforma educativa de la LOGSE fue hecha por personas que despreciaban el saber y envidiaban a los que saben.

–A Álvaro Marchesi, el ideólogo de la Logse que aprobó el Gobierno del PSOE en 1990, le considera padre del desastre educativo.

–Completamente. Era el secretario de Estado de Educación cuando se hizo esto. Es alguien que, considerándose progresista, da por sentado que los que pensamos al revés que él somos reaccionarios. Me llama la atención que muchos adeptos a la reforma mandan a sus hijos a colegios privados, donde hay más disciplina. Los experimentos pedagógicos son más divertidos con los hijos de los demás, claro. Más de la mitad del camino hacia el éxito depende del esfuerzo del alumno.

–¿Por qué culpa al sistema de no amparar a los buenos estudiantes?

–Es que están más protegidos los alumnos que no dejan estudiar a sus compañeros que los que quieren aprender. Incluso en casos de acoso, el agresor ha sido tratado con tantos miramientos que es el agredido quien ha tenido que cambiar de centro educativo. Eso se debe a una visión idealista de la infancia, que no tiene en cuenta que un menor puede ser una mala persona. Y un agresor lo es.

http://www.elnortedecastilla.es/culturas/201603/28/ricardo-moreno-pedagogos-acabado-20160327225324.html


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El Heraldo de Aragón - 23/03/2016
"Los pedagogos han destruido la enseñanza"
Por Pilar R. Veiga

En su libro señala como un ejemplo de "disparate" el que un catedrático de Pedagogía pueda criticar que "en la escuela se mande callar en clase de Lengua".

Autor también de 'Panfleto antipedagógico' y 'De la buena y la mala educación', Moreno rechaza que se asegure que todo alumno tiene derecho al éxito porque, a su juicio, el derecho será "a un buen sistema educativo o a una buena escuela", pero luego cada estudiante tiene que estudiar.


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Mostrar que la pedagogía es "un lenguaje sin contenido, una jerga y no una ciencia" y que nadie se convierte en un buen docente leyendo sobre esta materia es lo que intenta demostrar en su último libro el catedrático de instituto Ricardo Moreno, quien concluye: "Los pedagogos han destruido la enseñanza".

Desde su experiencia como licenciado en Matemáticas, doctor en Filosofía, profesor asociado en la facultad de Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de instituto hasta su jubilación, dice en una entrevista que en la educación, frente a lo que sostienen los pedagogos, no debe faltar el esfuerzo, las notas o las reválidas.

Ricardo Moreno (Madrid, 1950) recoge en su nueva obra "La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza" (Pasos Perdidos) una serie de textos pedagógicos y "les da la vuelta" para demostrar que "usan muchas palabras para decir cosas triviales o que no significan nada, buscando un lenguaje deliberadamente críptico para tener un aspecto científico que no tienen".

"Convertirse en un buen profesor es una cuestión de buen sentido, de amar su materia, de ser capaz de ponerse en el lugar del alumno y no tiene nada que ver con el discurso de los pedagogos", afirma.

En su libro señala como un ejemplo de "disparate" el que un catedrático de Pedagogía pueda criticar que "en la escuela se mande callar en clase de Lengua".

Autor también de 'Panfleto antipedagógico' y 'De la buena y la mala educación', Moreno rechaza que se asegure que todo alumno tiene derecho al éxito porque, a su juicio, el derecho será "a un buen sistema educativo o a una buena escuela", pero luego cada estudiante tiene que estudiar.

"Es como decir que tengo derecho al éxito en la salud en el sentido de tener un sistema sanitario que me atienda cuando luego no hago caso a lo que me dice el médico", argumenta.

Tampoco está de acuerdo con que el esfuerzo sea "algo reaccionario", ya que enfatiza que estudiar es "una obligación".

La escuela como un mundo en el que "todos están motivados y contentos" no es real -continúa- y es "más sano" decir al escolar que tiene la obligación de estudiar como sus padres de trabajar.

En cuanto al profesor y amigo que defienden también los pedagogos, declara que una vez que entras en clase "debes guardar una equidistancia" porque un buen profesor debe volcarse más en los alumnos con dificultades que en aquellos que le caigan mejor.

Califica de "estupidez" hablar de la diversidad del alumnado ya que "a todos por igual les viene mejor las explicaciones pausadas, claras y empezar por los ejercicios fáciles antes que por los difíciles".
Moreno subraya que no "no hay más remedio que poner notas" y que si un alumno no estudia, saca un cero y se siente frustrado se le pasará si estudia y aprueba.

Ve las reválidas o exámenes externos al centro y homogéneos como "indispensables" porque de lo contrario muchos chicos "aprueban casi por dar la lata al profesor"; "si sabe que va a tener que rendir ante un examen que corrige alguien que no le conoce se lo tomará más en serio", sostiene.

Moreno reconoce que solo ha leído "en diagonal" el borrador del Libro Blanco sobre la Profesión Docente que ha entregado el pedagogo José Antonio Marina al Ministerio de Educación, pero afirma que echa en falta que se aporten "soluciones concretas".

Por ejemplo, Moreno es partidario de que el bachillerato dure tres años y que la enseñanza común anterior sea más corta porque no ve prudente "tener a los chicos hasta los 16 años contra su voluntad solo para que se titulen".

Consciente de las críticas que recibe -"que soy un tradicional, un nostálgico"-, responde que cuando daba clase conseguía "niveles de aprobado buenísimos".

Ricardo Moreno añade con humor que cuando un alumno "no estaba motivado para estudiar" le preguntaba que si en su casa solo había comida cuando sus padres estaban motivados para prepararla. 


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La Vanguardia - 22/03/2016
El autor de 'La conjura de los ignorantes' defiende que los pedagogos han dejado "sin contenido" la educación española
Por Europa Press

Ricardo Moreno Castillo, autor del 'Panfleto antipedagógico', publica ahora 'La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza' (Pasos Perdidos), un libro en el que argumenta con textos de pedagogos la "vaciedad" de esta "pseudociencia", que, a su juicio, ha dejado "vacía de contenido" a la educación española.

En una entrevista con Europa Press, este catedrático de Matemáticas de instituto jubilado señala que la pedagogía es una "jerga", un lenguaje que "puede vaciar la realidad hasta dejarla sin contenido", que demuestra con la exhibición en su libro de textos escritos por "adictos a la pedagogía".

Moreno Castillo dice que el "declive" de la calidad del sistema educativo no ha sido fruto de circunstancias "fortuitas", como los cambios sociales o una mayor presencia de alumnado inmigrante, sino de la reforma de 1990 (LOGSE), un "disparate" con resultados "demoledores". "El tiro de gracia a la educación española se lo dio la LOGSE", sostiene.

No obstante, advierte de que la educación en España empezó su declive con el ministro de Educación Villar Palasí, entre 1968 y 1973, tras reducir el Bachillerato de siete a cuatro años, suprimir las reválidas y "dar cancha a los pedagogos". "Esto lo olvidan muchos 'progres' desmemoriados: la jerga pedagógica entró de la mano de un ministro de Franco", añade.

Recuerda que, después, la LOGSE aprobada por el PSOE redujo el Bachillerato a dos años y amplió la enseñanza obligatoria de los 14 a los 16, lo que produjo, a su juicio, que el nivel educativo "bajara en picado" y la mala educación "subiera como la espuma".

Moreno Castillo propone una enseñanza común hasta los doce años, un Bachillerato de seis años para quienes quieran seguir estudios universitarios y, para los que no estén interesados en esa vía, una Formación Profesional "digna". Asimismo, añade que esta decisión no sería "irreversible", pues habría cursos puente y convalidaciones para quienes cambiaran de idea.


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EL BUEN PROFESOR

Sobre el profesorado, afirma que hasta hace poco, el nivel de los docentes de instituto era alto porque, además de ser "amantes del saber, no interesados en la Universidad", tenían que pasar una dura oposición.

"La primera razón ha volado y la segunda, gracias a la presión sindical, también: ha habido oposiciones en las que se suspendía con un 10 y se aprobaba con una nota ínfima porque se sumaban no sé qué méritos", critica.

Para el autor de 'La conjura de los ignorantes', el buen profesor tiene que "amar" aquello que enseña para poder transmitirlo; ponerse en el lugar de sus estudiantes, "porque sigue siendo un estudiante"; tener buena memoria para recordar lo que le molestaba de sus malos profesores y así "no repetir sus errores"; ser paciente y tener mano izquierda y claridad expositiva.

Preguntado por la formación de los jóvenes españoles y si cree que son los más preparados de la historia, este catedrático de instituto lo niega y argumenta que los problemas de Matemáticas que era capaz de resolver un alumno de 3º de BUP, ahora, un estudiante de 1º de Ingeniería no lo es.

Asimismo, subraya que la redacción y ortografía de muchos licenciados son "desastrosas" y que en las facultades de Filología "cada vez es más difícil" explicar etimología o gramática por el "escaso nivel en lenguas clásicas".

NUEVAS TECONOLOGÍAS Y DEBERES

Moreno Castillo también señala sobre las nuevas metodologías de la educación, entre las que se encuentra el uso de las pizarras digitales y los ordenadores y tabletas en el aula, que las nuevas tecnologías "no resolverán los problemas de disciplina ni los del bajo nivel de conocimientos". Es más, defiende que "sería un alivio" que la escuela fuera un lugar libre de cables, pantallas y ordenadores, donde "funcione la palabra viva entre maestros y discípulos".

En cuanto a la eliminación de libros de texto, considera que es algo que "no tiene importancia" y que él nunca los ha usado. Sin embargo, advierte de que la eliminación de exámenes o las llamadas 'clases invertidas' que llevan a cabo algunos centros considerados innovadores son un "delirio" y "un paso más hacia una nueva época oscura".

Preguntado por el estudio reciente de la OMS que alerta de que los alumnos españoles están muy estresados por la carga de deberes, el autor de 'La conjura de los ignorantes' sostiene que el aprendizaje tiene una parte "insoslayable" de trabajo en casa y advierte de que las tareas en casa son "indispensables", pero dejando tiempo para que el alumno descanse y juegue con los amigos.

"No hay que ser megalómanos: una breve redacción enseña más y en menos tiempo que trabajos supuestamente 'investigativos' de cortar y pegar", asevera


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La Razón - 22/03/2016
¿Por qué la educación es el primer problema de España?
Por Isabel G. Cerrato

Desde reforma educativa del año 1990, los niveles de conocimiento de los alumnos caen en picado y el mal comportamiento en las aulas sube como la espuma. Entre los entusiastas de la famosa reforma hay quienes niegan sencillamente los hechos; otros los reconocen, pero los atribuyen a causas externas como cambios sociales, y a lo reacios que son los profesores a las novedades.

 

Ricardo Moreno Castillo, licenciado en matemáticas y doctor en filosofía especializado en historia de la Ciencia, ya demostró en sus anteriores libros que ninguna de esas razones explican nuestro desastre educativo, y que éste es la lógica consecuencia de una errónea teoría que menoscaba la autoridad de los profesores, de un desprecio por el saber y de una jerga pseudocientífica muy utilizada por presuntos expertos en educación

Sin embargo, ahora, Moreno Castillo se centra en el lenguaje hueco de la pedagogía que domina en nuestro sistema educativo y ha vaciado la educación y la ha dejado en los huesos. A partir de una antología delirante de textos de «muy ilustres pedagogos» deja claro que la educación no se ha convertido en el primer problema de nuestro país por casualidad: es víctima de una conjura de ignorantes.

 

Una colección que alberga en su nuevo libro bajo el titulo «LA CONJURA DE LOS IGNORANTES. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza» y según explica el periodista Arcadi Espada en el prólogo, se trata de «una antología delirante que explica buena parte de las razones que han convertido la educación en el primer problema de España». Una publicación que está disponible en las librerías desde el 7 de Marzo.

 

Gestiona Radio - 21/03/2016
Entrevista a Ricardo Moreno en Todo Literatura y Compañía.
Por

Entrevista con Ricardo Moreno Castillo y su nuevo ensayo La conjura de los ignorantes editado por Pasos Perdidos.

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Grupo Promecal - 20/03/2016
Los alumnos son las víctimas de este sistema
Por Javier M. Faya

El escritor Ricardo Moreno Castillo (Madrid, 1950) es licenciado en matemáticas y doctor en filosofía que se especializó en Historia de la Ciencia. Catedrático de instituto hasta su jubilación y profesor asociado en la facultad de matemáticas de la Complutense, es autor de más de una veintena de obras pedagógicas en las que ha plasmado todo sobre sus conocimientos, así como de numerosos artículos de prensa. Su último trabajo, La conjura de los ignorantes (Pasos Perdidos) trata, como indica en su subtítulo, de cómo los pedagogos, según él, han destruido la enseñanza.

¿Qué busca con este libro?

Pretendo denunciar la malísima situación de la educación en España, centrándome en un punto muy concreto: la responsabilidad que en esta situación tienen unos autodenominados expertos, más conocidos como pedagogos.

¿No será más culpa de los padres o de los alumnos?

Los alumnos son las víctimas de este sistema. No son, en absoluto, los responsables. A quienes no se ha educado en el hábito del estudio y el esfuerzo, a quienes saben que con el tiempo acabarán pasando al curso siguiente aunque sea con ocho asignaturas suspensas, a quienes han escuchado tantas veces el slogan de que la escuela tiene que ser motivadora, es difícil pedirles responsabilidades.

¿Qué deben hacer los pedagogos ante esta situación?

En mi opinión, callarse, pero conseguir eso es imposible. Más bien habría que preguntarse ¿qué hacer con los pedagogos? Pues mi respuesta es: prescindir de ellos, tanto en la formación de los futuros docentes como en la redacción de las leyes educativas. Urge una nueva ley educativa, consensuada por todos los partidos, y elaborada por una comisión de profesores.

¿Es usted optimista ante el próximo Gobierno mestizo que llegará en materia educativa?

En absoluto. Para arreglar el sistema educativo tendría primero el PSOE que reconocer el monumental error que supuso la Logse, origen de casi todos los males que vinieron después. Y no parece que vaya a hacerlo.

¿Se les llena la boca a los políticos con eso del Gran Pacto de Estado por la Educación?

Pues sí, pero nadie parece dispuesto de verdad a ello. Todas las leyes posteriores a la famosa reforma fueron puramente cosméticas, ninguna intentó arreglar de verdad sus errores.

¿Con Gabilondo se estuvo más cerca que nunca de conseguirlo?

En mi opinión, Gabilondo puso demasiadas condiciones para empezar el diálogo. Casi parecía exigir al PP una rendición absoluta y sin condiciones. 


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¿Cuál cree que ha sido el mejor ministro de Educación? ¿Y el peor? ¿Por qué?

Esa pregunta es difícil de contestar. Los gestores de la Logse fueron ministros del PSOE, con eso lo digo todo. Quien dio muy tímidos pasos en la buena dirección, pero tampoco como para tirar cohetes, fue Pilar del Castillo, del PP.

¿Cree que los mejores alumnos deben estar con los más brillantes, y los que estén por debajo de la media tendrían que estar en otras aulas diferentes?

Lo que no puede ser es que un alumno pase con ocho asignaturas suspensas al curso siguiente. Con eso ya se evitarían grandes diferencias entre los compañeros de un mismo curso.

¿Eso de unos colegios para niños y otros para niñas lo entiende?

Científicamente, ¿ayuda en algo? No tengo datos de que eso mejore el rendimiento. Pero, en principio, soy contrario a cualquier segregación sea por sexos, color de la piel o nacionalidad.

¿Tenemos que aprender mucho de los países más avanzados?

La tontería pedagógica está muy extendida y muchas naciones han cometido los errores en los que hemos caído en España.

¿Por qué nos enorgullecemos si nos dice el niño que quiere ser médico y no fontanero?

Porque llegar a ser médico requiere mucho más esfuerzo y horas de formación que estudiar para ser fontanero, con todo el respeto que me merecen.

¿Qué hacer para salvar y dignificar los estudios de FP?

Se ha de comenzar a edades más tempranas. Ser un buen electricista y fontanero es muy digno, por más que a todos nos satisfaga tener un hijo Premio Nobel de Física que fontanero o electricista.

¿Tienen solución los ninis?

Dada la escasa formación con la que salen de los estudios, incluso aquellos que se titulan, no veo clara una solución eficaz dentro de un sistema como el actual.

Imagine que es ministro de Educación, ¿qué haría usted?

Haría una enseñanza común hasta los 12 años, con una reválida. Después, un Bachillerato hasta los 18, con otro examen al final. A quienes no se sientan con ganas ni fuerzas para hacer un bachillerato ofrecerles una FP digna. Y, por supuesto, no sería una decisión irreversible, establecería un sistema de convalidaciones y cursos puente para pasar de uno al otro si alguien cambia de opinión.


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Capital Radio - 16/03/2016
La Educación a debate
Por

 La Educación es uno de los pilares fundamentales de la sociedad. En el Debate del Foro de la Sociedad Civil hoy ha sido objeto de análisis con el profesor Alberto Royo y los integrantes habituales del Foro: Jesús Banegas, presidente del Foro de la Sociedad Civil, Enrique Baca, catedrático en Psiquiatría, y Ricardo Moreno Castillo, licenciado en Matemáticas y doctor en Filosofía.

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Cadena Cope - 14/03/2016
"Licenciados de hoy, no aprobarían exámenes del bachillerato de antes"
Por Ángel Expósito

Ricardo Moreno Castillo ha estado hablando con Ángel Expósito en la Cadena COPE sobre La conjura de los ignorantes, en este enlace puedes escucharlo.

Onda Cero Ceuta - 11/03/2016
Analizamos con Ricardo Moreno Castillo el conflicto entre pedagogía y memorización.
Por Juan José Coronado

Entrevista a Ricardo Moreno Castillo. 

Puedes escucharla pinchando aquí

El Mundo - 07/03/2016
La palabra revelada
Por Arcadi Espada

Ricardo Moreno acaba de publicar La conjura de los ignorantes. Lleva este prólogo mío.

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«A Ricardo Moreno le han escrito un libro devastador. Comprendo que la frase pueda resultar equívoca, y hasta peligrosa, teniendo en cuenta que La conjura de los ignorantes es un libro que se figura escrito por Ricardo Moreno. Pero todo obedece a la habilidad de su autor, que es un autor verdadero, sin negros o sin blancos, que no sé ahora lo que será correcto para nombrar a aquellos que escriben sin firma y sin gloria.

El autor se propuso hacer un libro, un nuevo libro, contra la nueva pedagogía. Y acabó por darle la palabra a la nueva pedagogía. De esta manera, y a partir de fragmentos de libros, artículos, actas de congreso y otros materiales, ha compuesto una antología delirante que explica buena parte de las razones que han convertido la educación en el primer problema de España.


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El método me recuerda mucho a Karl Kraus. El vienés adoptado, aquel inmenso corrector que no se arredró ante la Biblia ("En el principio fue la Prensa"), escribió muchas páginas de su revista Die Fackel, una revista unipersonal que hoy diríamos un blog, limitándose a la transcripción de fragmentos de artículos periodísticos, con especial afición a lo que llamó, ¡y fue el primero!, la prensa socialdemócrata. Esas palabras desnudas, arrancadas de su marco textual y gráfico, revelaban mediante la drástica operación de desacoplamiento su mentira esencial.

Algo similar sucede con la gran mayoría de documentos que Moreno ha elegido para pautar su radical crítica a la pedagogía dominante: desprovistos de su pompa subvencionada, de la ceremonia, incluso social, que protege su vacuidad, las palabras desfilan una a una, y los educandos con ellas, hacia el abismo. Comprendo que el autor, a pesar de todo, no haya podido resistir el vicio impuro de la glosa. En los comentarios que añade a los textos hay conocimiento de la materia, ironía, y hasta una civilizadísima resignación para un profesor que ha debido de sufrir tanto. No eran imprescindibles, dada la extrema calidad del material antologado. Pero ya digo que lo comprendo: no se le puede pedir a un delantero rompedor que se resista una y otra vez al remate a puerta vacía.

La autoridad, el mérito, la cuantificación, el sentimentalismo, la creatividad, la diversidad, el esfuerzo y el éxito son algunos de los temas que ordenan la letal antología. Pero, de un modo u otro, todos ellos acaban enroscándose en torno a la responsabilidad, que es la víctima fundamental de la nueva pedagogía. Cuando se habla de responsabilidad automáticamente se piensa en la del educando. Y no hay duda de que la nueva pedagogía facilita su destrucción. Sin embargo, mucho menos se subraya la irresponsabilidad que el plan pedagógico otorga al educador, y que tan fácil le hace la vida consciente. No he logrado nunca imaginarme a uno de esos funcionarios, expertos en la gestión de ludotecas, volviendo a casa como los viejos maestros; o, al menos, seamos justos, como yo imagino que volvían: agobiados por los problemas de los alumnos y rumiando su solución más allá de las paredes de la escuela. La nueva pedagogía propone una briosa superación del conflicto, sea el de la ignorancia o el de la conducta asocial, que es la de no reconocer la existencia del conflicto.

Al acabar la lectura de este libro, por lo demás tan divertido, tan malignamente divertido, como lo son los efectos de los resbalones o la actividad generalizada de los merluzos, se tiene la sensación de haber descubierto la piedra filosofal de algunas postraciones españolas, que se reflejan en la política y en la calidad del debate público. España es hoy un lugar (dios me libre de llamarle nación y aún menos Estado) atravesado de punta a cabo por el bullshit, esa palabra inglesa que puede significar muchas cosas dentro del ámbito de la chorrada, pero que a mí me gusta llamar «caca de la vaca», en la traducción afortunada del periodista Santiago González. Este prólogo, en razón de su género escueto, debe abstenerse de desarrollar la fecunda relación entre las mentiras pedagógicas y las mentiras políticas. Pero no renunciará, en su empeñada invitación a los lectores, a que tengan en cuenta que a partir de la página siguiente van a tener el placer y el temblor de encararse con el bullshit originario.


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El País - 06/03/2016
Siempre tengo deberes
Por Pilar Álvarez

La OCDE y los expertos coinciden en que la mesura viene bien, pero los deberes no pueden desaparecer. Sirven para fijar los conceptos y profundizar en el aprendizaje. “Un mínimo de trabajo después de clase es necesario. Hay un momento de estudio y silencio en la casa que ayuda al estudiante”, considera Ricardo Moreno, catedrático de instituto y profesor durante más de 35 años, que acaba de publicar La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza (Pasos Perdidos). “Se trata de mandar cosas que el niño pueda abarcar solo: sumas, fracciones, 10 líneas de redacción o un poema, en lugar de todas estas cosas innovadoras de ahora que acaban involucrando a toda la familia y ocupando la tarde entera”.

http://politica.elpais.com/politica/2016/03/04/actualidad/1457114229_994730.html

Radio Ecca - 04/03/2016
Ricardo Moreno en "Comunidad educativa"
Por

Esta semana les acercamos una Comunidad Educativa muy especial, a través de un debate sobre la “vieja” y la “nueva” educación. Un debate que no es reciente y que cobra fuerza cada cierto tiempo. Por un lado están los que reivindican que la principal misión del profesor es transmitir a su alumnado conocimientos concretos. Por otro, los que defienden que es mejor que el alumno disponga de habilidades para el aprendizaje. 

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El Mundo - 26/02/2016
Guerra en la escuela: autoridad y conocimientos frente a creatividad y habilidades
Por Olga R. Sanmartín

Moreno Castillo acusa a «la Secta Pedagógica» de «acabar literalmente con la enseñanza pública en España» al extender por el mundo educativo un «lenguaje vacío», «una jerga pseudocientífica» llena de «desvaríos», que ha restado importancia al conocimiento. «El peligro de un lenguaje tan bien engrasado es que nos puede hacer creer que estamos hablando de algo cuando no estamos hablando de nada. Esta jerga es particularmente dañina, porque quienes viven de ella tienen mucho poder y a ellos está en gran parte encomendada la formación de los futuros profesores», advierte.

http://www.elmundo.es/sociedad/2016/02/26/56cf7f5a46163f110e8b45ac.html

 


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Existe un viejo debate que cada cierto tiempo cobra fuerza en el entorno educativo, una guerra soterrada entre dos bandos que están en desacuerdo y que suponen dos formas muy distintas de entender la escuela y, por extensión, la sociedad en que vivimos. Está, por un lado, el grupo de los que reivindican que la principal misión del profesor es transmitir a sus alumnos conocimientos concretos y está, por otro, el de los que defienden que es mejor que el alumno disponga de habilidades para el aprendizaje; el llamado «aprender a aprender».

Los primeros -que se han autodenominado «los antipedagogos»- defienden a capa y espada el «esfuerzo», el «mérito», la «autoridad», la«disciplina», la «exigencia», la «memoria» y la «evaluación», mientras que los segundos -englobados bajo el término común de«pedagogos», aunque también hay psicólogos, sociólogos y representantes de otras disciplinas- consideran que las clases magistrales han quedado «obsoletas» y apuestan más por lo que llaman «una educación del siglo XXI», con «metodologías» en las que se habla de «motivación», «creatividad», «originalidad», «integración»,«coaching» y «empatía». Los primeros hablan de «enseñar» y los segundos, de «intentar que los alumnos aprendan».

En estos tiempos en el que la sociedad está en continua transformación, padres, profesores y alumnos andan dándole vueltas a qué tiene sentido aprender y qué no. Los antipedagogos responden que una base cultural sólida es la que va a permitir al alumno distinguir lo que es importante de lo que no. Los pedagogos argumentan que los contenidos cuentan, pero que lo esencial para entender un mundo que cambia a cada minuto es tener «estrategias»para manejar las «herramientas» adecuadas. En otras palabras: mejor que memorizar la lista de los Reyes Godos es saber dónde encontrarla en internet.

Estas dos posturas son, como todo, matizables, y tienen distintos grados de intensidad y seguidores, pero la disputa que comenzó allá por los años 90 no se ha resuelto y los antipedagogos siguen llamando «embaucadores» a los pedagogos, que les responden, a su vez, acusándoles de «reaccionarios» y «nostálgicos del método de la letra con sangre entra».

Dos libros de carácter antipedagógico que saldrán a la venta en los próximos días van a avivar las llamas de esta polémica precisamente cuando todo el mundo habla de la necesidad de alcanzar un pacto de Estado en Educación. El primero es del catedrático de instituto jubilado Ricardo Moreno Castillo y está prologado por el periodista, escritor y colaborador de EL MUNDO Arcadi Espada. Lleva el título deLa conjura de los ignorantes.De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza (Pasos Perdidos). El segundo, Contra la nueva educación. Por una enseñanza basada en el conocimiento (Plataforma), es del profesor de Secundaria Alberto Royo y se acompaña de un prólogo del escritor Antonio Muñoz Molina.

"La Secta Pedagógica"

Moreno Castillo acusa a «la Secta Pedagógica» de «acabar literalmente con la enseñanza pública en España» al extender por el mundo educativo un «lenguaje vacío», «una jerga pseudocientífica» llena de «desvaríos», que ha restado importancia al conocimiento. «El peligro de un lenguaje tan bien engrasado es que nos puede hacer creer que estamos hablando de algo cuando no estamos hablando de nada. Esta jerga es particularmente dañina, porque quienes viven de ella tienen mucho poder y a ellos está en gran parte encomendada la formación de los futuros profesores», advierte.

Alberto Royo llama, por su parte, «charlatanes» a los pedagogos -incluye en este grupo al divulgador Eduardo Punset, al novelista Paulo Coelho o al gurú Ken Robinson- y defiende la «tradición» frente a esa «burbuja new age» de la «creatividad» y la «motivación» que dice que aquello de que «todos los niños tienen talento» y que sólo hay queestimularlos. «Está bien mirar siempre el lado bueno de la vida, pero la realidad es tozuda y nos indica que no todos los alumnos tienen talento, ni lo tienen para todo, ni tienen múltiples inteligencias», escribe.

EL MUNDO ha preguntado a una decena de representantes de la pedagogía y de la antipedagogía si creen que sería posible llegar a un entendimiento entre ambos bandos y alcanzar un pacto de mínimosen aquellas cuestiones en las que discrepan con el objetivo de dar buen ejemplo a los políticos, pero casi todos los entrevistados dicen que es «difícil», «prácticamente imposible», ponerse de acuerdo en estos temas. ¿Por qué?

«Es difícil porque, en realidad, hablamos de dos concepciones distintas de entender el ser humano», responde Enrique Javier Díez, profesor titular de la Facultad de Educación en la Universidad de León. «Hay dos modelos de educación: uno roussoniano con una visión más optimista, que confía más en el ser humano y cree que el hombre es bueno, y otro más hobbesiano que parte de la idea de que el hombre es un lobo para el hombre y de que el estudiante va a ir a engañar. Esta lucha nació cuando se aprobó la Logse y cada poco tiempo surge. La Lomce del PP ha destapado la caja de Pandora y mucha gente se está apuntando a este bombardeo contra los pedagogos y los psicólogos. Cuando se encargó a José Antonio Marina el libro blanco del profesorado, la desconfianza ya no fue sólo hacia el alumno, sino también hacia el docente».

¿Qué opina Marina?

El libro blanco de Marina revolucionó, efectivamente, el mundo educativo, con adhesiones fervientes y virulentas críticas. El filósofo dice que no se siente ni pedagogo ni antipedagogo. En todo caso, se incluye «dentro de la pedagogía seria» y constata, eso sí, que «estamos padeciendo una epidemia de malas innovaciones». «Nosestán metiendo muchas tonterías dentro del aula. No hay una buena innovación si no es evaluada su eficiencia. Yo creo que no hay que hablar tanto de innovación como de mejoras concretas en la escuela. La pedagogía viene de la psicología y está muy ideologizada».

«Por todo se culpa a los pedagogos», objeta Carmen Rodríguez, profesora titular de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de Málaga y experta en Psicología Clínica. «Todos estamos de acuerdo en que el esfuerzo es necesario, lo que pasa es que hay una nueva ideología del esfuerzo movida por la meritocracia. Plantean un sistema individual y competitivo en el que todo es responsabilidad del alumno. Los antipedagogos son elitistas. Hay personas, como Antonio Muñoz Molina, que estudiaron en un instituto con pocos alumnos y creen que educar debe ser una cosa selectiva, como antes, en la que sólo los buenos alumnos tengan derecho a la educación. Plantean modelos de pura transmisión del conocimiento, de pura memoria, y eso a muchos niños no les interesa. Los alumnos fracasan porque se aburren. La educación es algo más que empollarse un libro de texto», reflexiona la que fuera directora general de Innovación Educativa en la Junta de Andalucía (PSOE) entre 2004 y 2008 y una de las impulsoras del Foro de Sevilla Por Otra Política Educativa.

En el otro lado está Alicia Delibes, ex viceconsejera de Educación de la Comunidad de Madrid (PP) y autora de un libro, La gran estafa. El secuestro del sentido común en la educación, que arremete contra la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (Logse), aprobada en 1990 por el Gobierno socialista: «La escuela se creó para transmitir conocimientos y la Logse puso en cuestión que la misión de la escuela fuera enseñar. En eso colaboró mucho el pedagogo igualitarista o progresista, que consideraba que todo el mundo tenía que aprender lo mismo. Los profesores de Secundaria fuimos los primeros que no entendíamos lo que pasaba. Por muy progres que hubiéramos sido, no comprendíamos que nuestra misión ya no fuera enseñar. Si se busca un origen de todo esto, está en la Logse», expone Delibes.

Tanto José Luis Bernal Aguado, profesor de Ciencias de la Educación de la Universidad de Zaragoza, como Rafael Feito, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, opinan que los antipedagogos son «esa vieja guardia de profesores de BUP queentraron en 1977 en la escuela y que, cuando se encontraron con la Logse, se negaron a entender que se aprendiera mejor en grupo».

¿Qué es la autoridad?

«Ellos enseñan y nosotros intentamos que los alumnos aprendan», resume Bernal, a quien Moreno Castillo cita críticamente. Feito, que también sale (mal parado) en el libro cuando se habla de la autoridad, quiere puntualizar: «La autoridad es una palabra polisémica. Antes de convertir al profesor en una autoridad pública, es más importanteconvertirlo en alguien querido. Hay que conquistar el corazón de los alumnos, eso entiendo yo que es la autoridad».

Le echa un cable Enrique Javier Díez: «Hay un modelo en el que la autoridad no te la ponen desde arriba, sino que te la confieren por abajo los alumnos. No es la autoridad de dar un golpe en la mesa. Este modelo de autoritarismo es, en realidad, un modelo judicial que acaba judicializando la vida educativa».

«Quienes somos partidarios de que el maestro sea una autoridad y sostenemos la absurda idea de que el maestro ha de mandar en la escuela pertenecemos a la caverna educativa», reflexiona Moreno Castillo, con ironía. De su lado tiene a Javier Orrico, catedrático de Lengua y Literatura en un instituto de Murcia, que está convencido de que «la enseñanza ha sido aplastada por un proceso de lavado ideológico». «Una de las ideas en las que se basan es que la información cambia y que, como está en internet, para qué vamos a formar a los alumnos en conocimientos. Precisamente porque la Red es una selva, sólo aquel que tenga unos fundamentos claros podrá sobrevivir. Ellos nos presentan como unos carcas, pero nosotros somos los profesores que veníamos de luchar contra el franquismo.Venimos todos de la izquierda. Ellos no son profesores y aparecen de pronto, presentándose con la verdad revelada».

La lucha por el poder

«El problema no es tanto de los pedagogos como individuos, sino de que la transmisión de conocimiento se ha quedado subordinada a todo lo pedagógico y psicológico. Los profesores dependemos de los departamentos de Orientación», apunta José Sánchez Tortosa, profesor de Filosofía en un centro de Secundaria la Comunidad de Madrid.

«La batalla que hay detrás de todo esto es por la libertad de cátedra», añade Orrico. «Yo no quiero que me manden comisiones pedagógicas a decirme cómo tengo que enfocar mi trabajo».

Los pedagogos insisten, por contra, en que el aula está anticuada y que tiene que avanzar al mismo ritmo al que se está transformando la sociedad. «Lo que hoy aprendemos en cinco años será diferente», subraya César Coll, catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Barcelona y uno de los padres de la Logse. «Si un marciano viniera de Marte, vería que la escuela, en muchas cosas, sigue anclada en el modelo de la era industrial. En mi facultad hemos cambiado la distribución de la clase y la hemos convertido en un círculo para que todo el mundo pueda actuar. No podemos seguir con ese modelo de bancos puestos en fila en el que el alumno sólo ve la nuca del de delante. La creatividad y la innovaciónson lo que permiten avanzar al ser humano. Y el esfuerzo es necesario, claro, pero estamos en contra de obligar a los estudiantes a hacer un esfuerzo inútil. En mi época memorizábamos un montón de cosas, las vomitábamos en los exámenes y las olvidábamos», señala Enrique Javier Díez.

Los antipedagogos no se creen este argumento y defienden el valor de aprender las cosas de memoria. Aunque cueste. Aunque no sea muy divertido. Aunque los alumnos se aburran. Y aunque acaben olvidándose -o parezca que se olvidan- de lo que han memorizado. «Aprender cualquier cosa exige esfuerzo», sintetiza Moreno Castillo. «Si la pasión por aprender fuera innata en el ser humano, la educación no tendría que ser obligatoria por ley».


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El Mundo - 26/02/2016
Ricardo Moreno Castillo: "La pedagogía ha dejado la enseñanza en los huesos"
Por Olga R. Sanmartín

Hace ya una década, Ricardo Moreno Castillo escribió un libro, el Panfleto Antipedagógico, en el que abogaba por aprender más cosas de memoria y criticaba «una enseñanza pretendidamente lúdica donde no se inculca el hábito de estudio». En La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza (Pasos Perdidos), este catedrático de Matemáticas de instituto, ya jubilado, sigue argumentando en defensa de una enseñanza«rigurosa», «exigente» y «disciplinada», pero incide también en que la pedagogía es «una jerga, y no una ciencia», llena de «patochadas»,«estupideces» y «desvaríos».

¿Por qué dice que los pedagogos son «los que literalmente han acabado con la enseñanza pública en España»?
La pedagogía es una jerga extravagante, y eso se ve a lo largo del libro, que es precisamente una antología de extravagancias pedagógicas. Y ese lenguaje vacío hace mucho daño porque ha vaciado la enseñanza hasta dejarla en los huesos. Le ha dado mucha importancia a las destrezas, las habilidades y la autoestima, pero no ha dado importancia ni a los contenidos ni al saber.
http://www.elmundo.es/sociedad/2016/02/26/56cf824346163fe7468b45b5.html

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¿Los universitarios de ahora tienen peor nivel educativo que los de hace 30 años?
Sin lugar a dudas. En primer curso de muchas ingenierías sería impensable poner problemas de Matemáticas que antaño resolvían estudiantes de 3º de BUP.
 
¿Qué opina del «aprender a aprender»?
Es una insensatez. A aprender se aprende aprendiendo, igual que a nadar se aprende tirándose a la piscina. No hay algo así como un «aprender a aprender a nadar» que luego te permita aprender a nadar. Además, si para aprender es preciso «aprender a aprender», previamente habrá que «aprender a aprender a aprender», lo cual nos lleva a un retroceso al infinito de consecuencias metafísicas impredecibles.
 
¿Para qué sirven las facultades de Educación?
Tal como están, para nada, y no hay más que ver el bajísimo nivel de quienes salen de ellas.
 
Dígame cinco cosas que cambiaría para mejorar la educación en España.
Primero pondría un Bachillerato considerablemente más largo y riguroso. El PP había prometido un Bachillerato de tres años -un paso tímido, pero en la buena dirección-, pero no cumplió su palabra. Segundo, una FP más temprana para aquellos a quienes no les atraiga ese Bachillerato. Tercero, una reválida tras la enseñanza común y otra al finalizar el Bachillerato. Cuarto, enseñar cosas y contenidos: sin memoria no hay aprendizaje posible. Y quinto, el profesor ha de ser una autoridad y la disciplina, una exigencia irrenunciable.
 
En la era Google, ¿es más importante que los docentes tengan una buena base de conocimientos concretos o que se centren en aprender a cómo transmitirlos de forma eficiente?
Google no es más que una gran enciclopedia en la que se pueden consultar datos puntuales. Pero nadie aprende Gramática, Latín, Matemáticas o Historia navegando por internet. La figura del profesor que sabe mucho y ama el saber sigue siendo imprescindible.
 
¿Por qué es importante la autoridad?
La autoridad es indispensable porque nadie quiere ser educado; por eso se habla de «enseñanza obligatoria». Y, cuando a los profesores se les despoja de la autoridad, el resultado no es una alegre camaradería entre los estudiantes, sino la tiranía de los más gamberros sobre los demás.
 
¿Se han convertido en tabúes el esfuerzo y la excelencia?
Son tabúes porque quienes van de políticamente correctos sostienen que la culpa del fracaso escolar es del sistema, como si todos los niños fueran buenos y trabajadores. Lamentablemente no es así, un niño puede ser vago y mala persona y, si esto se disimula con el lenguaje políticamente correcto, nunca conseguiremos que deje de ser vago o mala persona.
 
¿Qué opina del cambio educativo que han hecho, por ejemplo, los jesuitas en Barcelona quitando libros de texto, asignaturas, horarios y exámenes, y de otras metodologías que están tan de moda últimamente, como la flipped classroom o aula invertida?
Dicho así, parece un delirio impropio de una orden que ha dado tantos y tan buenos intelectuales. El estudio requiere organizar lo que se estudia (precisamente por medio de asignaturas), un estudio sistemático y ordenado (esto es: horarios) y unos controles (exámenes).
 
¿Qué piensa de la educación emocional?
Uno se educa emocionalmente, sobre todo entre los amigos y la familia, y en la escuela se ha de aprender aquello que ni la familia ni los amigos pueden enseñar. Ahora bien, también enseñando contenidos se pueden inculcar criterios morales y crear un ambiente donde los alumnos puedan hacer amistades y ayudarse unos a otros.
 
¿Cómo les decimos a los jóvenes que lo que importa es esforzarse cuando en este mundo en el que vivimos el esfuerzo ya no garantiza nada?
Si quien se esfuerza no tiene nada garantizado, quien no se esfuerza lo tiene mucho menos. Y no hay aprendizaje que no requiera esfuerzo, trabajo y constancia.
 
¿Qué se hace con los alumnos que no quieren aprender?
A quienes no les interesa una enseñanza más académica hay que darles otras alternativas, como puede ser la FP, pero no se les puede tener encerrados para que no dejen aprender a quienes sí quieren.
 
¿Tienen los alumnos españoles demasiados deberes?
A mi juicio, hacen muchas tareas inútiles. Los trabajos de recortar y pegar llevan mucho tiempo, no son nada instructivos y pringan a toda la familia. Una redacción de pocas líneas, una suma de fracciones o memorizar un poema o la lista de los reyes de la Casa de Austria son cosas más útiles y llevan menos tiempo.

 


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