Pasos Perdidos
Separada. Vivir la experiencia de la ruptura
Traductor: Mercedes Noriega Bosch
Idioma original: Francés
Páginas: 256
Primera edición: 2014
ISBN: 978-84-941162-4-7
PVP: 18.90 €
Formato: 14 x 22 cm.

Separada. Vivir la experiencia de la ruptura

François de Singly

La mayoría de los divorcios y separaciones se producen por iniciativa de las mujeres. François de Singly analiza la transcendencia de este cambio social recogiendo los relatos de un centenar de mujeres que han roto su relación de pareja. Descubre que la separación no es sólo una amarga experiencia y el final, a menudo traumático, de una vida en común; por dolorosa que sea, se ha convertido también en una forma de emancipación de las mujeres.

Examina el proceso de separación de las mujeres entrevistadas hasta llegar a la ruptura, las causas que lo motivaron, en quién encontraron apoyo y cómo consiguieron cambiar y construir un nuevo estatus personal y social.

Aun con rasgos comunes, las experiencias de la ruptura son muy diferentes. Algunas separaciones son necesarias para sobrevivir (más vale divorciarse que morir aplastada bajo el peso de la pareja); otras mujeres quieren continuar progresando como persona y su compañero no es capaz de comprenderlo; y también hay mujeres entregadas a la vida en común, sin que su pareja ponga el mismo interés, que comprenden que el amor no puede ser incondicional.

Pero no se trata de algo exclusivamente individual. Singly nos presenta la experiencia de la ruptura como el reflejo de la vida conyugal: cada uno se separa como ha vivido en pareja. Y también para no continuar viviendo igual que hasta entonces.


François de Singly
François de Singly

François de Singly (1948), prestigioso sociólogo francés, es profesor en la facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Sorbona y director del Centro de Investigación sobre Relaciones Sociales. Dirige en la editorial Armand-Colin la colección Individuo y sociedad.

Es autor de una extensa obra sobre sociología de la familia, la vida privada y la adolescencia. Entre las más de veinte obras que ha publicado, cabe destacar Fortune et infortune de la femme mariée (1987), Sociologie de la famille contemporaine (1993), Libres ensemble (2000), Les uns avec les autres (2003, Comment aider l´enfant à devenir lui-même? (2009) o L'individu aujourd'hui (2010).


Notas de prensa
La estanteria de Núria - 26/05/2014
Separada, de François de Singly
Por Nuria Algarra

Cada vez hay un mayor número de matrimonios que deciden romper su relación y separarse. Para saber qué causa este incremento del número de separaciones, cómo se toma la decisión, quién la toma y cómo se vive la ruptura,François de Singly recoge el testimonio de casi un centenar de mujeres que hablan sobre el fin de su matrimonio. Los resultados de su estudio quedan recogidos en Separada. Vivir la experiencia de la ruptura, una obra de sociología que publica la editorial Pasos Perdidos.

François de Singly defiende que la separación se vuelve legítima en el momento en el que los matrimonios dejan de ser concertados y pasan a ser por amor. Esto, sumado con la necesidad de la mujer de sentirse realizada fuera del ámbito conyugal son las causas lógicas del divorcio. Poco a poco la obligación de permanecer unidos es menos importante.

El sociólogo estudia la separación desde el punto de vista femenino por una sencilla razón: el 75% de los procesos de divorcio los empiezan las mujeres. Partiendo de esto, divide la experiencia del matrimonio en tres tipos según las expectativas de la mujer. En primer lugar, hay mujeres que anteponen el “nosotros” al “yo” y que se redefinen como madres y esposas. Deciden romper cuando se dan cuenta de que sus maridos no han elegido las mismas opciones y que han conservado una vida personal aparte. Estas mujeres viven la experiencia como algo difícil e incluso traumático, ya que durante mucho tiempo se han olvidado de ellas mismas. En segundo lugar están aquellas mujeres que no han dejado desaparecer el “yo” frente a los roles de esposa y madre. En estos casos el divorcio es más llevadero y es visto como una etapa más de la existencia. Estas mujeres se sienten independientes y quieren seguir siéndolo. Por último, están las mujeres que creyeron que podían combinar a partes iguales el “yo” y el “nosotros” pero se dan cuenta de que el esfuerzo es mayor de lo que creían, mientras que para sus maridos no lo es tanto. Se parecen a las del primer tipo, pero cuentan con más recursos para seguir adelante.

Según estos tipos de matrimonios, François de Singly habla de los tipos de divorcio que se les asocian.

Estamos ante un estudio serio, que analiza las causas y las consecuencias que tiene este cambio de mentalidad en nuestra sociedad. Es muy interesante y te ayuda a pensar en tu propia vida, a definir qué es lo que quieres y a entender un poco más el mundo que te rodea.

Le Figaro - 08/11/2011
Separaciones: cuando las mujeres deciden
Por Agnés Leclair

El divorcio ya no es lo que era. Parece que hoy la mayoría de las separaciones se producen por iniciativa de las mujeres. En concreto, ellas son las responsables de las tres cuartas partes (70%) de los divorcios contenciosos y a nadie se le ha ocurrido aún analizar este fenómeno social, señala François de Singly. Una carencia que este sociólogo especializado en temas de familia intenta subsanar en su último trabajo, Separada. Vivir la experiencia de la ruptura.

Partiendo de los testimonios de casi un centenar de ex-esposas o ex-parejas propone una tipología de la ruptura desde el punto de vista femenino, una experiencia ya muy habitual y que, sin embargo, continúa siendo ignorada por los estudios sociológicos desde el restablecimiento (en Francia) del divorcio por mutuo acuerdo en 1975. El aumento del divorcio y de las separaciones es una consecuencia del movimiento de liberación de la mujer. No creo que los hombres sean más insoportables hoy que en los años treinta, bromea François de Singly. De modo que lo que ha cambiado son los criterios de las mujeres.

Ni un capricho ni un arrebato

Las mujeres no se separarían por movidas por un espíritu anti-institucional o porque ya no exista pasión, como se tiende a imaginar. El individualismo sigue provocando separaciones y divorcios. Detrás de la lógica amorosa se observa una mayor necesidad de reconocimiento por parte de las mujeres. No solo en el plano profesional, sino también en el plano personal, recalca el sociólogo. Si no se produce dicho reconocimiento, por falta de implicación del cónyuge o por problemas de infidelidad, la mujer no duda en abandonar el barco. El deseo de envejecer juntos no ha desaparecido, pero ya ha dejado de ser incondicional. Algunas mujeres se divorcian sin hacer grandes reproches a sus cónyuges, excepto el de no conseguir realizarse dentro de la pareja, señala François de Singly.

Más autónomas en el plano económico, menos dependientes en el plano afectivo, las mujeres piden el divorcio más que los hombres, confirma Hélène Poivey-Leclercq, especialista en derecho de familia. Son menos timoratas que sus predecesoras. Al igual que sucede con los hombres, ya no aceptan tener que aguantarlo todo. Hoy en día exigen lo mejor para sí mismas, buscan algo más. Según este testigo privilegiado de los problemas de pareja, existen tramos de edad en los que la intolerancia conyugal se hace más patente. Después de haber tenido un hijo y de haber seguido el modelo tradicional, algunas mujeres experimentan la necesidad de cambiar de aires, de nuevas conquistas. Cuando cumplen los cuarenta quieren escapar del desgaste de la pareja. A los 65 huyen de un hogar ocupado por un marido ocioso percibido como un obstáculo para su independencia. Esta decisión no respondería a un capricho ni a un arrebato, sino  más bien a nuestro nuevo modelo de identidad, en perpetuo proceso de construcción. Las personas que se separan dicen que todavía les quedan cosas por vivir. Muchas mujeres no desean sentirse encerradas en una identidad que ya no consideran suya, advierte el sociólogo. Un riesgo que se ha incrementado con el aumento de la esperanza de vida.

Las demandas de separación tienden a equilibrarse entre hombres y mujeres, considera, por su parte, la abogada Élodie Mulon: Adulterio, aburrimiento, cansancio… cuanto más acceden las mujeres al estilo de vida masculino, más se asemejan sus comportamientos. Pero siguen siendo ellas las que más aluden al desamor como motivo de ruptura.

Lo cierto es que la separación no es solo una “vivencia del desencanto”. A lo largo de numerosas entrevistas, François de Singly pone también el acento en la reconstrucción de estas “ex” que viven esta situación como una etapa hacia un futuro más feliz.

Lectures - 07/11/2011
Vivir la experiencia de la ruptura
Por MIchèle Pagès

En este texto, François De Singly continúa con el análisis de los matrimonios contemporáneos centrándose, esta vez, en un acontecimiento que marca cada vez más la vida de las parejas: la separación. Este particular punto de vista le permite no solo explicar las razones de una realidad cada vez más extendida, poner de manifiesto los mecanismos generadores de estas situaciones de ruptura de la relación conyugal, o revelar, como contrapunto, las expectativas que se tienen de la vida en pareja, sino también abordar la tesis, ya desarrollada en sus trabajos anteriores, de los riesgos que supone la pareja para la identidad y el reconocimiento de uno mismo y las formas de socialización que ello implica.

La originalidad de esta obra estriba, como recuerda su autor, no solo en el hecho social observado y que aún no ha sido suficientemente analizado en Francia, sino también en la perspectiva adoptada: la separación vista exclusivamente a través de las declaraciones de casi un centenar de mujeres que la han vivido, tanto si son ellas las que han dado el primer paso (como sucede en la mayoría de los casos) como si han sido sus compañeros, así como en ciertas obras literarias o cinematográficas actuales.


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La obra consta de siete capítulos. El primero pretende poner de manifiesto, a través de las tres causas del aumento de los divorcios (la multiplicidad y la diversificación de las expectativas de los miembros de la pareja, la instalación en la rutina, propia de la vida en común, la importancia que tiene el imperativo social de seguir siendo uno mismo y la defensa de la individualidad que esto supone), lo que la separación nos enseña sobre las formas de vida conyugal. La vida conyugal contemporánea, según el autor, en relación con las principales transformaciones generadas por la introducción del proceso de individualización en la vida privada y los cambios iniciados por el movimiento de emancipación de la mujer, se desarrolla en función de dos exigencias: en primer lugar, el reconocimiento mutuo de los miembros y el continuo trabajo de mantenimiento que esto implica, y en segundo lugar, la participación en el colectivo conyugal. Se desarrolla bajo tres formas que constituyen las diversas declinaciones posibles de la tensión entre el “yo” de cada uno de los componentes de la pareja y el “nosotros” conyugal, y entre la fusión y la autonomía.

El segundo capítulo está dedicado al análisis del imaginario de la separación y de los diferentes mitos de lo conyugal. El amor, convertido en referencia inevitable y frágil de la formación y el futuro de la pareja, ha adquirido, además, en la ideología individualista contemporánea una función de validación de las identidades personales de cada uno de los miembros. De este modo, la sobrevaloración de la identidad personal ha surgido como defensa contra la imposición y las obligaciones de los roles sociales que se mantienen en la esfera privada (esposa, madre…) y que proyectan la sombra de una situación conyugal que autoriza la desaparición de la persona que no podrá reencontrarse a sí misma más que rompiendo la relación. Esto conduce a la producción de la imagen de una separación liberadora (de los roles sociales, de los modos de vida, de la elecciones, de las decisiones, de las concesiones). En efecto, el amor enfrenta las categorías de la dependencia (respecto de otra persona o de un colectivo) y de la autonomía individual, mientras que la experiencia concreta de la ruptura muestra toda la ambigüedad de la visión que se tiene de lo conyugal y del universo imaginario en los que se basa.

Los tres capítulos siguientes analizan la tipología de las experiencias de separaciones conyugales elaborada a partir de las declaraciones ofrecidas por las mujeres entrevistadas y de los ejemplos extraídos de novelas o de películas. Esos tres tipos de separación parecen responder a las diversas maneras de concebir el hecho conyugal y de haberlo vivido. Separarse para sobrevivir, separarse para evolucionar o, incluso, para volverse a encontrar  consigo mismo son, en efecto, las respuestas femeninas al desencanto al que puede conducir la vida en común y las obligaciones que esta conlleva.

La ruptura para sobrevivir o la ruptura para volverse a encontrar tienen en común un fuerte compromiso en lo conyugal por parte de la mujer, consagrada o, incluso, sacrificada en aras de lo colectivo. Si las mujeres del primer tipo tienen la sensación de haberse implicado excesivamente en su relación de pareja y en su familia, las del segundo tipo han sabido desarrollar una atención a ellas mismas sin dejar de (pre)ocuparse de los demás (pareja, hijos…), conciliar la construcción de un mundo común y una relativa independencia (profesional, relacional). Este tipo de separación para volverse a encontrar es el que ofrece –a las mujeres que lo han experimentado- un singular equilibrio entre los imperativos del amor conyugal y los del individualismo contemporáneo. El tercer tipo, separarse para evolucionar, es una experiencia vivida por las mujeres que ven en la relación con su compañero un freno al desarrollo de su propia identidad. Este último tipo lo forman las mujeres que se involucraron precozmente en una relación conyugal, cuando su identidad se hallaba aún en un estado de relativa inestabilidad. La ruptura puede aparecer, en esos casos, como el inevitable aprendizaje de un cambio de identidad o como la experiencia de una continuidad de sí mismas.

Los dos últimos capítulos se centran en la post-ruptura, en la forma en que se desarrolla la desconyugalización  y en cómo se define el estatus de «ex». Aquí también, las diversas concepciones de la experiencia de la desconyugalización y del estatus de ex vendrán determinados por la forma en que se ha vivido la experiencia conyugal y por la visión que las mujeres han tenido de su modo de compromiso en la pareja. La separación o el divorcio aparecen como una etapa de transición en el proceso identitario. Se suele recurrir a diversas clases de apoyos, cuya movilización depende en gran parte de la experiencia conyugal antes de la separación (el haberse centrado excesivamente en la pareja, en el “nosotros” puede cercenar las “oportunidades” de recurrir a otras formas relacionales en el momento de la separación). La etapa de la separación puede desarrollarse según dos modelos, el del corte radical o el de la pausa, con idas y vueltas antes de la separación definitiva. Salir del rol conyugal requiere también definir el vínculo con la antigua pareja y, en particular, su intensidad. Y una vez más, en función del compromiso que haya existido en la vida conyugal (más centrado en el “yo” o, por el contrario, en el “nosotros”), se observa una gran diferencia entre el vínculo fuerte y el débil, entre amistad (provisional o más duradera) y parentalidad (el antiguo compañero considerado exclusivamente como padre de los hijos).

Este enfoque de las modalidades de la experiencia femenina de la separación pone de manifiesto la importancia de la reciprocidad en el universo sentimental contemporáneo. Sin embargo, quizá se le pueda reprochar a F.de Singly que, al tener en cuenta exclusivamente la perspectiva de la construcción de la identidad, haya pasado por alto, en cierto modo, las condiciones materiales que favorecen o, por el contrario, interfieren en la decisión de la desconyugalización. Este análisis de la experiencia de la separación como momento clave de las trayectorias conyugales y familiares refleja, una vez más, que las mujeres y los hombres no comparten los mismos “intereses” en lo referente a la vida en pareja y que no se encuadran en las mismas modalidades. Es probable que suceda lo mismo con la desconyugalización. Y el lector puede llegar a lamentar, aun comprendiendo su elección, que el autor haya optado por centrarse únicamente en la visión femenina. Dicha elección no permite entender los diferentes intereses que suscita la desconyugalización, por lo que uno puede preguntarse con toda legitimidad si no constituirán una fuente de desigualdades entre las mujeres y los hombres, y si no representarán uno de los elementos fundamentales que caracterizan las relaciones sociales de sexo en la vida privada, principalmente porque F. De Singly insiste en repetidas ocasiones en las diferencias de género y en el lugar privilegiado que ocupa la variable “sexo” en la vida conyugal heterosexual. Aunque las mujeres tomen la iniciativa de separarse en las tres cuartas partes de los casos, la desconyugalización y las posibilidades de re-conyugalización no son seguramente las mismas desde el punto de vista femenino que desde la perspectiva masculina.


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