Sin duda alguna el siglo XX fue testigo de muchas revoluciones en diversos ámbitos de la vida y de la historia de la humanidad. Entre todas ellas hubo una protagonizada por el neurólogo austriaco Sigmund Freud, que con sus disertaciones y explicaciones sobre lo onírico, lo que oculta el yo y otros análisis sobre la conducta humana, sobre todo en el campo de la sexualidad, revolucionó y escandalizó a gran parte de la sociedad de su época, pero a la vez cautivó a muchos, tanto intelectuales como no, de tal manera que en numerosas ocasiones hubo quienes trataron de ser continuadores de sus pasos o al menos expandieron la doctrina freudiana.
Aron Hector Schmitz fue uno de esos encandilados por las teorías de Freud, y, bajo el pseudónimo de Italo Svevo, publicó varios relatos. Cuatro de los más interesantes se recogen en este breve volumen que, sin duda, nos ayuda a comprender mejor la personalidad y el pensamiento del autor de La conciencia de Zeno, quizá no excesivamente conocido por el gran público.
El relato que da título al libro, “Vino generoso”, nos traslada a un momento de celebración, una cena en la que se reúne una familia en vísperas de una boda, pistoletazo de salida de las pantagruélicas comidas que llevan aparejados estos eventos. Su protagonista recibe la dispensa médica de poder comer y beber con total libertad, igual que el resto de comensales, saltándose así el estricto control que tenía por motivos de salud. De la libertad al libertinaje hay un paso, de la alegría del vino generoso al arrepentimiento posterior, cuando se sufren las consecuencias de su ingesta masiva y de la libertad concedida por el médico, quizás con exceso de generosidad. Asistimos a los infructuosos esfuerzos de los demás comensales por tratar de censurar y trabar ese comportamiento casi adolescente, la culpa y la necesidad de control como bases del relato.
Los textos de Italo Svevo no conllevan una simplista moraleja, van más allá, avanzan sobre las necesidades de la mente y la complejidad de los sentimientos más íntimos, Complementando este “Vino generoso” otros tres relatos que nos dejan el sabor de boca de un análisis de cuño freudiano.
Pero la mayoría de las obsesiones freudiana (la identidad, el onirismo, la culpa, el complejo de Edipo…) están así mismo presentes en las obras menores de Svevo, especialmente en sus relatos, algunos de ellos recogidos en este volumen de Pasos Perdidos.
En el relato que rotula el libro, “Vino generoso”, según Montale el más notable del escritor triestino, está muy presente el onirismo y la constatación de que el beber es un medio altamente pertinaz para explorar las dimensiones del inconsciente. El acontecimiento que narra Svevo, es la cena de la víspera de la boda de la sobrina de la mujer del protagonista, que se considera a sí mismo un viejo licencioso. La cena es para él un acontecimiento memorable y gozoso, porque el médico que atiende sus dolencias, le había dado permiso para comer y beber en esa noche como todos los demás. Y en efecto, come y bebe sin descanso para afirmar su libertad ante la censura o imposiciones médicas y familiares. El vino le altera y comienza a rebelarse: discusiones y reproches con los familiares más directos. Los resentimientos brotan de su interior y los verbaliza sin el freno de la censura, anulada por el vino, “la leche de los viejos” (página 16). Ya en su domicilio sigue atormentado por la ira y no es capaz de prender el sueño, víctima además de ardores y horribles pesadillas una vez dormido. Son las construcciones de los sueños que le atormentan, de las que se avergüenza y decide ocultar, si bien toma conciencia de la importancia de las prohibiciones médicas. Onirismo pues asociado al vino, un abridor de conciencias, tal como ya había escrito Svevo en La conciencia de Zeno. “El vino grita todo aquello que habíamos olvidado, pero que todavía permanece perceptible en nuestro corazón”.
El segundo relato, “Una burla literaria”, el más extenso de la colactánea, es prácticamente una novela breve. Su `protagonista es un escritor frustrado, un patético aspirante al Olimpo de las letras, mas apenas había escrito un renglón (“…durante mucho tiempo el escritor no tuvo otra cosa que pluma y papel -igual de blanco siempre- dispuesto sobre su mesa de trabajo”, página 36). Durante su juventud había publicado una novela, pero ahora, cuando se propone retomar la tarea, siente una saludable repugnancia. En el momento presente no es capaz de componer otra cosa que brevísimas fábulas sobre animales (moscas y gorriones, sobre todo) y sus relaciones con los seres humanos. Una tarea que le llena de felicidad, excepto en sus horas de sueño (“aquellos gritos y sonidos eran la sincera expresión en el sueño del espíritu torturado.”). De nuevo pues Svevo recurre a las teorías freudianas sobre los sueños, si bien dándoles la vuelta: la satisfacción del deseo, en este caso, mediante el dolor. Finalmente su ciega candidez es víctima de una cruel burla literario-editorial, cuyo final no revelo, pero sí puedo decir que es una versión triestina del burlador burlado o castigado y del premio a la inocencia en tiempos turbulentos.
“Con alevosía”, el tercer relato, aborda el tema del egoísmo en los negocios, ajeno incluso a la muerte del amigo. Finalmente el cuarto relato “La madre” es una fábula protagonizada por animales: gallinas y polluelos, que incide en la necesidad del referente materno: tener una madre que te admire, que te arrope, que proporcione dulzura, función que nunca desempeñará una madrasta, al menos en el reino animal. Un relato que, desde la alegoría, incide en las relaciones del hijo con la madre y que ha sido interpretado como una referencia al complejo de Edipo.
Cuentos con moraleja que confirman la opinión de Montale que consideraba a Svevo un autor moralista: todo lo que hacemos tiene repercusiones en el futuro. En las cuatro narraciones el lector percibe la profunda capacidad de análisis psicológico que muestra Svevo. Así como la calidad escritural de un autor ignorado durante décadas, pero que hoy está considerado como uno de los creadores de la moderna narrativa europea.