Quizá sea esta una afirmación demasiado tajante y no me gusta generalizar, pero sí, de alguna manera, todos somos infieles. La infidelidad forma parte de nuestra existencia aunque no siempre la llamemos por su nombre. Raros son la niña que no ha cambiado nunca de amigas, el adolescente que no modificó sus costumbres, la chica que no ha probado con una peluquería distinta de la de su madre, aquel que no ha sustituido su teléfono móvil sin que se hubiera roto, o quien no haya movido, si se terciaba, su hipoteca de banco. El término infidelidad resulta poliédrico en lo que a su significado se refiere y, aunque solemos identificarlo con el sexo y eso retrae a muchas personas a la hora de declararse infieles, se extiende a muchas y muy variadas facetas de nuestra vida. Por eso, “quien no haya sido nunca infiel, que tire la primera piedra”, como, más o menos, se decía ya en el Evangelio de San Juan…
Esa es una de las tesis del libro y justifica que se pueda tratar la infidelidad como un Elogio. Viene a decir que el ser humano no hubiera podido evolucionar sin subvertir el orden establecido en cada una de las etapas de la Historia. Cada nuevo movimiento artístico parte de una infidelidad a los cánones estéticos del momento, las revoluciones nacen de la voluntad de cambio de los pueblos, los descubrimientos científicos son una alteración del conocimiento que se había reunido sobre una cuestión hasta una determinada fecha…
En el libro se recogen unas referencias a las “biografías infieles” de Cleopatra y Mesalina, dos figuras femeninas del mundo romano, por una parte, y, por otra, las de las dieciochescas Madame de Pompadour y María Antonieta. Viven en momentos de crisis, que representan el fin de determinadas etapas de la Historia y, por extensión, de una determinada manera de ver el mundo a punto de transformarse. Completar esa visión con la opinión de algunas mujeres contemporáneas me parecía obligado. Por eso, reuní a unas cuantas para que desvelaran cómo entendían la infidelidad, los problemas a que se enfrenta una mujer infiel, si era mejor tener un amante fijo o muchos escarceos, así como dónde, cómo, cuándo, por qué o con quién se es infiel. Las respuestas, que se completaron con otras muchas que me enviaron por escrito, resultaron tremendamente esclarecedoras y pusieron de manifiesto la extensión de un fenómeno que se desarrolla generalmente en silencio. Escuchar siempre es útil y ver con la mirada de otros completa nuestra percepción y puede llegar a desdramatizar y a limar culpabilidades. El libro es eso: mujeres que hablan de mujeres en torno a un tema que suele considerarse tabú. Las participantes de las reuniones contaron su experiencia o la de alguna amiga, sin juicios ni prejuicios. Yo las recogí y las traduje para que fueran legibles. Después de todo este proceso, creo que quien se acerque a observar esa conversación tranquila, puede o entender un poco más a las mujeres (sobre todo si es hombre) o extraer alguna enseñanza para aplicar a la propia realidad.
-¿Por qué la infidelidad femenina sigue teniendo un aura de tabú, más difícil de aceptar que la masculina?
Siglos de dominación patriarcal no desaparecen así como así. Las relaciones fuera de la pareja han supuesto históricamente un estigma para las mujeres, mientras los hombres consideraban que era un derecho. Hoy en día, sin embargo, las sociedades occidentales están mandando al traste siglos de dominación y, en un plano de igualdad, la infidelidad de las mujeres se convierte simplemente en una opción más, entre las muchas posibles, de vivir la sexualidad. Si el tema sigue siendo tabú, es, sobre todo, porque identificamos infidelidad con sexo.
-Históricamente, la mujer infiel ha sido un símbolo de irresponsabilidad, incluso de peligro para la estabilidad social
Todo tiene que ver, como ya decía Engels, con el nacimiento de la propiedad privada. Si, en una coctelera, mezclamos este ingrediente con el contexto de dominación masculina, da como resultado el deseo de transmitir la riqueza a los hijos. Y para ello, lo primero que se plantean los varones es que lleven su sangre. Por eso deben asegurarse la fidelidad de las mujeres “propias”. Los griegos ya lo veían así y los romanos lo consolidaron a través del Derecho. De ahí, hasta casi nuestros días. Eso sí, siempre ha resultado más intolerable el “qué dirán”, que las infidelidades en sí. El problema de la emperatriz Mesalina, por ejemplo, no fue tanto que tomara amantes –algo que muchas mujeres patricias hacían, con “decoro”, en la intimidad de los hogares- sino que se atreviera a desafiar a la sociedad de Roma con el número, frecuencia y publicidad de sus relaciones, traspasando la zona pija y montándoselo en la Subura, el barrio de los burdeles.
-¿Existe en la infidelidad de la mujer un componente feminista, de afirmación personal?
En la infidelidad de las mujeres intervienen muchos y muy variados factores. Se da, fundamentalmente, porque es muy difícil que haya una persona que cumpla al 100% con nuestras expectativas, o que lo haga durante mucho tiempo, y eso choca, generalmente, con nuestra educación sentimental. También se es infiel por curiosidad, por saturación, por salvar una pareja o por mejorar la autoestima. En cualquier caso, se es infiel por voluntad -que es lo verdaderamente relevante-, y, por lo tanto, en ejercicio de la propia libertad.
-¿Cómo ves los casos de mujeres literarias infieles, de Madame Bovary, lady Chatterley o la Regenta, todas ellas escritas por hombres?
Son personajes que comparten una fuerza vital impresionante y que, además, reflejan la realidad de la época en la que fueron escritas las novelas que protagonizan. De las tres –y de otras, como Anna Karenina- se habló mucho en la segunda de las reuniones que sirvieron de base a la escritura del “Elogio de la infidelidad de las mujeres”, sobre todo a la hora de ejemplificar lo complicado que es encontrar personajes femeninos infieles sobre los que no exista una sanción social terrible, ya que suelen ser castigadas por separarse de las costumbres establecidas. Como decía una de las participantes, “sin los colchones de la verdadera independencia, la autonomía y el respeto del entorno, están condenadas a acabar fatal”. El hecho de que, como sugieres en tu pregunta, sean hombres quienes han decidido la suerte de heroínas tan desgraciadas, debe hacernos reflexionar sobre nuestra educación sentimental.
-El tópico dice que la infidelidad femenina es mucho más discreta que la masculina porque no existe tanta necesidad de presumir de la nueva conquista, porque se sabe guardar mejor el secreto.
Creo que, necesidad de presumir, más bien no existe ninguna en esta materia que nos ocupa. Tanto es así que, tras recabar la opinión de las mujeres que intervinieron en las reuniones y en otras entrevistas o a través de correos, hubo un consenso absoluto en recomendar a quien estuviese pensando ser infiel, que lo mejor era no contárselo a nadie, por mucha necesidad de hablar que se tuviera. El silencio de la mujer infiel es puro pragmatismo.
-Hay gente que distingue la fidelidad de la lealtad, que cultiva otras relaciones pero mantiene el mayor vínculo con la misma persona.
Sobre eso también se debatió mucho en las reuniones y la idea de la necesidad de mantener la lealtad por encima de la fidelidad se impuso por goleada. Aquí, no puedo dejar de citar la dicotomía que planteaba otra de mis colaboradoras y que se refiere a la fidelidad como algo derivado de la fe que alguien debe a otra persona frente a la lealtad como valor que consiste en no darle nunca la espalda.
-En este sentido, ¿cómo analizas fenómenos crecientes en nuestros días, como el del poliamor? El poliamor también puede ser base de infidelidades
El poliamor implica la polifidelidad y, en consecuencia, puede también conducir a la polinfidelidad. Todo depende de qué pactos se tengan en la relación poliamorosa. En cualquier caso, esos pactos también pueden romperse y dar lugar a marañas sentimentales de gran complejidad.
-Eres licenciada en Historia del Arte y trabajas en la administración cultural. ¿Cómo ves la situación de este mundo hoy día en España, con la famosa polémica del IVA cultural?
Tener uno de los tipos de IVA más altos de la eurozona y muy por encima de la media europea no se corresponde con la realidad social de un país como España. Además, la cultura no es un lujo, sino un bien social. Creo que hay que restablecer un tipo de IVA cultural razonable y ajustado a lo que representa aquí la cultura y que favorezca el acceso de los ciudadanos a los bienes y servicios culturales.
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