Huida en la noche narra la fuga de un grupo de prisioneros franceses de un campo de concentración alemán. Durante la persecución, el protagonista va perdiendo a sus compañeros y cada momento de la huida le hace vivir el mundo exterior como una pesadilla. El miedo a ser capturado no es únicamente un peligro real.
En las novelas de Emmanuel Bove los personajes se resisten a menudo a realizar cualquier acción, a veces por misantropía y a veces por principios que encubren el temor a un inevitable fracaso. En Huida en la noche parece que sí son capaces de actuar, sin embargo sus actos para escapar del campo de concentración sólo conducen a multiplicar su indecisión y sus temores, a provocar una insospechada forma de parálisis.
Huida en la noche es una novela de la soledad. Los peligros que comparten los prisioneros en su fuga no los aproximan ni los hacen más solidarios, entre ellos se levanta un muro y parece que huyen no sólo de sus verdugos sino de sus propios compañeros. La obra de Bove no sirve a ninguna causa extra literaria, no vale más que por su originalidad, por poner al desnudo la condición humana.
Emmanuel Bove (París, 1898-1945), seudónimo de Emmanuel Bobovnikoff, es uno de los grandes novelistas franceses del siglo XX. Hijo de un exilado ruso y de una criada luxemburguesa, la infancia de Bove transcurre en París, Ginebra e Inglaterra, y está marcada, según las rachas de fortuna de su padre, por la inestabilidad entre un mundo de lujo y la miseria,
En 1924 publica, a instancias de Colette, su primera novela (Mes amis) que conoce un gran éxito, y en 1928 obtiene el premio Figuière, considerado más importante que el Goncourt. A partir de entonces comienza un período de fecunda producción literaria con más de treinta obras publicadas, entre las que destaca El presentimiento (Pasos Perdidos, 2016). Colette, André Gide, Rilke, Max Jacob, Beckett («nadie como Bove ha tenido un sentido tan agudo del detalle») o Peter Hancke, su traductor al alemán, elogiaron su obra.
En 1942 consigue abandonar la Francia ocupada por los nazis y en Argel escribe sus últimas novelas: Huída en la noche (Pasos Perdidos, 2017) y La Trampa (Pasos Perdidos, 2014), que se niega a publicar hasta la liberación. Durante su exilio en Argelia contrae el paludismo y, a su regreso, muere en París en 1945.
Huida en la noche (Pasos Perdidos, 2017) de Emmanuel Bove llega a las librerías al mismo tiempo que Armand (Hermida Editores, 2017). Estas dos significativas novelas incrementan el creciente interés actual sobre Bove, un escritor del siglo xx cuya pista perdimos tras el período de entreguerras.
En Huida en la noche se narra la fuga de unos presos de un campo de concentración alemán, en la que uno de los prófugos es protagonista de una acción que marcará su destino. Aquí el lector es trasladado súbitamente, gracias a la concisión de estilo, a la antecámara donde se va a desarrollar una acción mínima, algo recurrente en sus novelas. Y es que, como escribió Edmond Jaloux, «Cuando uno lee a Bove, apenas se tiene la impresión de estar leyendo».
Las dos editoriales que se ocupan de Emmanuel Bove en España han tomado caminos que se bifurcan desde lo común de la apuesta boviana: la introspección. Pasos Perdidos, con La trampa, El presentimiento y Huida en la noche, y Hermida Editores, con Henri Duchemin y sus sombras y Armand. En estas últimas la mayor parte de la acción sucede en el interior de los personajes, y la acción, que debe desencadenarse por la interpretación que hace el lector del pensamiento de estos, no acaba de llegar nunca, manteniendo una tensión narrativa extraordinaria entre escritor y lector. Pierre Michon lo explicó en un artículo dedicado al autor en Le Monde: «Nada es más simple que una historia de Bove. Y nada es más aterrador. La experiencia de la lectura de Bove es única».
Como toda gran obra, la de Bove tiene varios niveles de lectura. En Huida en la noche trata un tema que entonces era de rabiosa actualidad: el nazismo y la libertad. Bove no quiso publicar en Francia en la época en que el nazismo era una realidad. En otra novela suya sobre los años de guerra, La trampa, critica el colaboracionismo francés y la hipocresía del pueblo una vez desinstalado el régimen del terror que a él le había hecho huir de Francia.
Bove, como Dostoievski, escoge personajes que tratan de ponerse en el lugar de Dios en la tierra mediante la compasión y ayuda a un prójimo imaginario, ayuda que resulta siendo, al no ser en realidad reclamada, tanto en las novelas como en la vida, un despropósito primero, y un estrepitoso fracaso después. El personaje principal nos sirve de hilo conductor: trata de imponer su voluntad al resto, ponerse por encima de sus iguales.
La cuestión de este hombre héroe-dios se desarrolla en boca del personaje Roberjack: «Yo notaba que la animadversión hacia mi persona no hacía sino crecer, y eso que me desvivía por ayudar a mis compañeros». Y continúa: «Insistí en que no quería imponer mi voluntad a nadie. Había hecho todo lo que estaba en mi mano por ayudarles. Si no se daban cuenta, peor para ellos. Yo tenía la conciencia tranquila».
Tras presentarnos el papel del protagonista, emerge el verdadero héroe: «Cuando entré en casa de esa familia boche tuve la repentina revelación de lo que significaba realmente la bondad y la generosidad»; y añade: «Ese detalle expresa a qué distancia me encontraba, en ese momento, de Roberjack».
Tras la integración del protagonista en el grupo, la tensión sigue creciendo en una novela que gana velocidad a medida que se precipita su final, ese que no llega, a diferencia de lo que sucede en el resto de sus novelas, donde vemos de forma nítida la transformación que sufren sus personajes a través de sus historias casi de escalera.
Hay circunstancias que marcan a fuego el destino de un escritor. Para Emmanuel Bove todo cambió en ese preciso instante en el que fue señalado y perseguido. Convencido de que su futuro no podía estar en un campo de concentración, cuando no directamente en uno de exterminio, trató sin fortuna de huir en dirección al Reino Unido. Finalmente, acabó recalando en Argelia como lugar de exilio y muerte. Aunque pudo regresar a París, la enfermedad que contrajo en tierras africanas le condujo a morir mientras Europa comenzaba a despertar de la pesadilla del nazismo. Si bien Bove fue un autor prolífico, capaz de combinar la literatura ligera con obras de un calado más personal, las novelas que han sido convenientemente rescatadas ofrecen una imagen siniestra de aquella época de cazas humanas y terror. Así hasta erigirse en reflexiones sobre la desconfianza, el individualismo y la supervivencia a cualquier coste.
En Huida en la noche, novela, como La trampa, escrita durante su exilio argelino, Bove nos presenta la realidad mediocre de un grupo de deportados franceses en un campo de concentración. Los días que pasan a la espera de un terror mayor, la siniestra cordialidad con la que los jefes de campo se interesan por los problemas de sus prisioneros o la violencia latente que amenaza con separar en diferentes bandos a aquellos que, ante una muerte demasiado cercana, solo sueñan con la posibilidad de evadirse. En ese contexto, que a buen seguro fue una de las pesadillas recurrentes de su autor, emerge la voz del protagonista, un individuo empeñado en llevar a cabo la fuga a cualquier precio. En busca, tal vez, del retorno a una Francia que en aquel momento ya había hincado la rodilla ante Hitler. Bove describe a su criatura como una figura acosada, acechada por fantasmas demasiado reales, que termina por recurrir al asesinato para facilitar una vía de escape del campo. Aunque eso le cueste más pesadillas, la sensación de que algo siempre funciona mal. Ese dolor interior, verdadera angustia, que le impide mantener un mínimo de esperanza, por mucho que la fuga sea un éxito y se mueva con relativa facilidad por los territorios ocupados de Alemania y Bélgica.
Cualquiera puede imaginar la paranoia del personaje principal como uno de los rasgos de Bove, de aquel ciudadano francés acosado por el miedo a que, aun desde la distancia, alguien reclamase su nombre desde el barracón de un campo de exterminio. Y lo cierto es que, como en otras de sus novelas, Bove transmite ese sentimiento de opresión, de agonía, que pulveriza cualquier atisbo de libertad en su personaje. Hasta el punto de invitarnos a reflexionar sobre la verdadera esencia de la libertad, de cómo, más allá de fronteras o listas negras, se trataba de una cuestión interior. Casi física. Del puro terror que resultaba tan difícil de soslayar cuando se vivía en una época de cacerías y víctimas. De ahí pues que Huida en la noche, especialmente tras la fuga del campo de prisioneros, narre la rápida descomposición del grupo de supervivientes hasta sumir en la soledad a su protagonista. Porque esa época, nos diría Bove, solo entendía el poder de la masa desde el rodillo de la ideología fascista. Cuando se trataba de perseguidos, de los parias, toda resistencia colectiva estaba destinada a perder frente al tremendo sentimiento de supervivencia que conducía a las decisiones más desesperadas.
No sin tristeza, Bove refleja el clima de miseria y miedo cerval (ahí queda, por ejemplo, el personaje de Pelet) que destruye la fuerza del grupo de supervivientes; que alienta a sus personajes a hacer del camino a casa un viaje solitario. Eso, claro está, si es que realmente existe aquel hogar abandonado a la fuerza. No en vano, la suya es una obra surcada por los no-lugares, por las travesías hacia ninguna parte. De ahí que, en su escapada, sean los altillos, los vagones de carga o los graneros los espacios que capitalicen la ambientación del relato. Y, a veces, ni siquiera eso, puesto que Bove elimina deliberadamente muchos detalles para quedarse con la identificación psicológica con sus personajes. Para, en definitiva, describir esa pesadilla interior de la que no se puede escapar.
Huida en la noche es la clase de novela que nos recuerda hasta qué punto los ideales hobbesianos emergían ante destinos tan negros. El terror, la desesperación, también la vergüenza. Todo ello está comprimido en la mirada del protagonista y en su angustiosa fuga a ninguna parte. En busca de un hogar perdido, acosado por el peso de la culpa y de todo lo que ha tenido que llevar a cabo para huir. Sin destino ni, quién sabe, futuro. Como su autor, varado en suelo extranjero mientras Europa trataba de revivir al golpe mortal del nazismo. Sin saber si, acaso, lo conseguiría.